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Wesleyanos y calvinistas por igual abrazan las declaraciones de este credo y lo reconocen como que contiene el coraz�n de la cristiandad b�sica. Aunque el Credo de los Ap�stoles no tom� su forma presente sino hasta el octavo siglo, se llamaba ya por este nombre desde 390 a.d. S�lo la tradici�n lo ha atribuido a los ap�stoles. No obstante, el Credo de los Ap�stoles es de hecho una expansi�n de Mateo 28:19, �Por tanto, id, y hace disc�pulos a todas las naciones, bautiz�ndolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Esp�ritu Santo. . .� Define en t�rminos precisos la creencia de la Iglesia acerca del Padre, del Hijo, y del Esp�ritu Santo. Es una construcci�n clara de la creencia de la Iglesia en los grandes esenciales de la fe. La primera expresi�n de esta asombrosa declaraci�n es: Yo creo en Dios el Padre. Una vez que los individuos declaran que creen en Dios, asumen una cierta comprensi�n de �l y de c�mo es �l. La comprensi�n comunicada en el Credo es que Dios es Padre. Esa comprensi�n se encuentra de un extremo a otro de la Escritura, pero nadie lo proclama m�s gozosamente que el Ap�stol Juan. Oiga su admiraci�n, su asombro cuando exclama: ��Mirad cu�l amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios!� (1a Juan 3:1a). �Asombroso! �El mismo Dios Omnipotente que cre� los cielos y la tierra es tambi�n, debido a Cristo, mi Padre! Deteng�monos en este maravilloso pensamiento. Una nueva perspectiva �Este concepto cristiano trajo una nueva perspectiva de Dios! La pura novedad de esta noci�n cristiana se ve mejor en su contraste con otros pensamientos del d�a. En el pensamiento jud�o, Dios era ciertamente el padre de la naci�n jud�a e Israel como pueblo. �As� pag�is a Jehov�, Pueblo loco e ignorante? �No es �l tu padre que te cre�? �l te hizo y te estableci�. ��Deuteronomio 32:6 Ir�n con lloro; M�s con misericordia los har� volver. Y los har� andar junto arroyos de aguas, Por camino derecho en el cual no tropezar�n, Porque soy a Israel por padre, Y Efra�n es mi primog�nito. ��Jerem�as 31:9 Ciertamente, Dios es el Padre de Israel. Pero en el Antiguo Testamento, aunque Dios es el Padre de la naci�n, nunca se dice que �l es el Padre del individuo. Como dice William Barclay con respecto al concepto jud�o de Dios: �Entre el hombre y Dios hay una distancia insalvable; hay tal diferencia absoluta que el acercamiento a Dios no es absolutamente dif�cil, es fatal� (El Credo de los Ap�stoles, 27). Para los griegos, Dios era una idea abstracta, nada personal en absoluto. �l estaba aislado, era indiferente, y malhumorado. Entonces vino Jes�s y dio al traste con todos los estereotipos acerca de Dios. Interesantemente, en el Padre Nuestro de Mateo 6:9, Jes�s defini� a Dios para nosotros, y lo hizo de modo consecuente con el Credo de los Ap�stoles. Esa oraci�n empieza, �Vosotros, pues, orar�is as�: Padre nuestro que est�s en los cielos. . . � Dos palabras. En dos palabras, Jes�s defini� a Dios. �l dijo, �Padre nuestro.� �Quiere usted saber c�mo es Dios? Dios dice, �Cuando pienses en m�, quiero que lo hagas como en un padre.� �sta era una idea radical. Y todav�a en este mismo cap�tulo, Jes�s se refiere a Dios padre diez veces. Eso es m�s veces que en el Antiguo Testamento entero. Ese es un concepto nuevo. Es un pensamiento fenomenal. Dios es un padre. Hay un problema con eso para algunos, porque para ellos, padre no es un t�rmino positivo. Aviva recuerdos de una ni�ez infeliz. Despierta miedo, enojo, culpa, y frustraci�n, porque algunos padres hacen de sus casas un infierno en la tierra. Son ego�stas; son exigentes; descuidan a sus hijos; son impulsivos; son inconstantes; y son malhumorados. �Qu� viene entonces a la mente de algunas personas cuando oyen que Dios es llamado padre? Pero note la distinci�n que Jes�s hace cuando �l empieza lo que nosotros llamamos el Padre Nuestro. �l dice: �Padre nuestro que est�s en los cielos.� No est� hablando de una localidad. No est� dando la direcci�n de Dios. Dios est� en todas partes. Dios est� en los cielos. Dios est� en la tierra. Si usted es un creyente, Dios est� en su coraz�n. �l est� en todas partes. Jes�s est� diciendo que en el cielo, las cosas son perfectas. No as� sobre la tierra. Contrario de su padre terrenal que es imperfecto no importa lo bueno que sea, su Padre celestial es un padre perfecto. Note, tambi�n, que Jes�s no dice que Dios es meramente como un padre. Dice que Dios es un padre. Dios es un Padre amoroso que nos cuida �C�mo es Dios el Padre realmente? Cuatro adjetivos describen el tipo de padre que Dios es. Primero, Dios es un Padre amoroso. �sta es la cualidad m�s excelente de Dios. Todos los ni�os necesitan saber que son amados. Toda persona adulta necesita saber que �l o ella es amado(a). Dios es como un padre para nosotros; Es tierno y se compenetra con aqu�llos que lo veneran, porque �l sabe que nosotros somos s�lo polvo (Salmo 103:13�14). As� es Dios. Dios conoce nuestra constituci�n. �l sabe que somos fr�giles. �l sabe que cometemos errores. �l entiende que somos humanos e imperfectos, y todav�a nos ama, porque �l es un Padre amoroso. En Marcos 4, Jes�s navegaba en una barca con sus disc�pulos en el Mar de Galilea. Una tormenta vino de repente y amenaz� con hundir la barca. Jes�s estaba dormido, y los disc�pulos lo despertaron y le preguntaron: ��No tienes cuidado que perecemos?� M�s de una persona ha hecho esa pregunta a Dios: ��No tienes cuidado?� Dios contesta: �Yo soy un Padre que cuida de sus hijos.� La Biblia nos implora: �[Echad] toda vuestra ansiedad sobre �l �Por qu�? �Porque �l tiene cuidado de vosotros� (1a Pedro. 5:7). �Le importa a Dios mi pago de la casa? �Le importan a Dios mis ni�os? �Le importa a Dios si yo tengo �xito en la vida o no? �Le importa a Dios si me caso o no? �Se preocupa Dios de mi situaci�n de empleo? �Le importa a Dios acerca de c�mo estoy sinti�ndome esta ma�ana? Dios dice: "Puedes estar seguro que me importa. �Soy un Padre amoroso, y me importas!� De nuevo, en Mateo 6, Jes�s dijo: �No se preocupen por lo que van a comer o a beber, o vestir �Por qu� ser como los incr�dulos que se afanan por todas estas cosas?" Note una vez m�s c�mo describe Cristo al Padre. "Vuestro Padre celestial sabe que ten�is necesidad de todas estas cosas y �l les dar� todo lo que necesitan de d�a a d�a SI vives para �l y haces el reino de Dios tu mayor preocupaci�n.� La Escritura dice que Dios se preocupa por cada detalle en su vida. �Es incre�ble! No hay nada acerca de usted que no le interese a Dios. �l es un Padre amoroso. Dios es un Padre constante Segundo, Dios es un Padre constante. Podemos contar con �l. Podemos depender de �l. Es digno de fiar. Santiago 1:17 dice: �Toda buena d�diva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variaci�n.� Algunos padres son imprevisibles. Son inestables. Son inconstantes. Siempre est�n cambiando. Toda respuesta depende en qu� humor est� pap�, as� que usted aprende a medir el humor de pap� antes de pedirle algo. Incluso el mejor de los padres nunca es 100 por ciento constante. Los padres que son constantemente inconstantes producen hijos inseguros. La Biblia nos dice que Dios es un Padre constante. Piense en esto: Dios nunca tiene un d�a malo. �l nunca se despierta irritable. No tiene oscilaciones de humor. No es bueno un minuto y malo el siguiente. �l es un Padre constante. 2a Timoteo 2:13 dice: �Si fu�remos infieles, �l permanece fiel; �l no puede negarse a s� mismo.� Aun cuando nosotros somos infieles, �l es fiel. Incluso cuando nosotros somos inconstantes, �l es constante. Incluso cuando nosotros somos inestables, Dios es confiable. �l es un Padre constante. No importa lo que est� cambiando en el mundo, hay una cosa con la usted puede contar: Dios no se negar� a s� mimos y actuar� de la misma manera hacia usted. �l es amoroso, y constante hacia nosotros, sin tomar en cuenta el humor en que estamos. Dios es un Padre cercano Un tercer atributo de Dios es que �l es un Padre cercano. Podemos contar con �l. Est� disponible. Es accesible. Est� cercano. Est� all� cuando usted lo necesita. En Hechos 17, Pablo habla a los atenienses y les dice que en lugar de vivir en un templo o casa hecha por hombres, Dios ha escogido vivir en todas partes. Despu�s les dice por qu�: �Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no est� lejos de cada uno de nosotros� (Hechos 17:27; �nfasis del autor). Dios est� cercano, disponible, y accesible. Aqu� hay tres hechos alentadores para acordarse acerca de la cercan�a de Dios: Uno. Dios nunca est� demasiado ocupado para m�. El Se�or est� cerca de todos los que lo llaman. Dios nunca est� demasiado ocupado para hablar conmigo. Cuando yo quiero orar a Dios, �l nunca dice, �Ahora no, estoy ocupado. En otra ocasi�n.� Dos. Dios se agrada en satisfacer mi necesidad. No le molestan mis peticiones. Mateo 7:11 dice: �Si vosotros, siendo malos, sab�is dar buenas d�divas a vuestros hijos, �cu�nto m�s vuestro Padre que est� en los cielos dar� buenas cosas a los que le pidan?� �Oye usted lo que Jes�s est� diciendo? Si usted, siendo imperfecto, sabe dar regalos buenos a sus ni�os, �no cree que Dios que es un Padre perfecto, sabe dar buenos regalos a usted? Dios est� diciendo: �Soy amoroso. Soy constante. Estoy cercano.� Cuando usted ora, la central de comunicaciones de Dios nunca dice: �Lo siento todas nuestras l�neas est�n ocupadas ahora. Su oraci�n es muy importante para m�. Por favor espere en la l�nea. Estar� con usted en�� Dios no hace eso. �l nunca est� demasiado ocupado. �l nunca est� malhumorado. Nunca se molesta con sus peticiones. Se goza en satisfacer sus necesidades y, lo que es m�s, �l lo ama. Madeline Murray O'Hare, infame ateo, desapareci� hace unos a�os, al parecer asesinada. Ella dej� atr�s algunas cuentas grandes de impuestos sin pagar. De manera que el Servicio de Impuestos sobre las Rentas subast� sus diarios para ayudar a pagar las facturas. Tres palabras aparec�an por lo menos una docena de veces en sus diarios. Las tres palabras son: �Alguien, dondequiera, �mame.� Ella no sab�a que alguien, en alguna parte la amaba. Usted es amado, y Dios se goza en satisfacer sus necesidades. Tres. Dios simpatiza con sus heridas. Escuche esto: �Cercano est� Jehov� a los quebrantados de coraz�n; y salva a los contritos de esp�ritu� (Salmo 34:18). Cuando usted se duele, Dios se duele. Cuando usted se aflige, Dios se aflige. Y cuando usted tiene el coraz�n destrozado, aplastado, y piensa que no puede ni siquiera levantarse de la cama por la ma�ana, Dios lo siente. Los padres miran que sus ni�os se rebelan. Los ni�os miran que sus padres se divorcian. Relaciones rotas. Enfermedades debilitantes. P�rdidas tr�gicas. Usted dice: �Me puedo identificar con eso.� Bien, reciba el vers�culo completo. Dice: Cercano est� Jehov� a los quebrantados de coraz�n.� Nunca est� usted m�s cerca de Dios que cuando est� doliendo. A �l le importa y quiere satisfacer sus necesidades. �l es un Dios amoroso constante y cercano. Recib� una maravillosa carta de una se�ora que trabaja en el departamento de limpieza en nuestra iglesia. Ella escribi�: Mientras estaba limpiando el santuario, not� algo que parec�a insignificante, pero que, cuando pens� acerca de ello, hizo un impacto profundo en mi vida. Mientras desempolvaba el mueble para arrodillarse en el altar, not� peque�as manchas redondas en la madera abajo. Me acerqu�, y vi m�s manchas. Entonces ca� en la cuenta. Eran manchas de l�grimas. Me puse a revisarlas y, de vez en cuando, a lo largo de la madera hab�a estas manchas de l�grimas. Al ir limpi�ndolas, me iba preguntando qu� hab�a producido a cada una� �un ser amado perdido, sue�os truncados, el dolor del pecado, o un coraz�n inundado con agradecimiento? Quiz�s algunas de las manchas de l�grimas eran m�as. Empec� a imaginar la historia que ten�a cada mancha. Con estos pensamientos, se me hac�a dif�cil seguirlas limpiando. Sinti�ndome un poco sencilla, record� lo preciosas que son nuestras l�grimas para Jes�s y c�mo guarda cada una de ellas. �stas no eran l�grimas cualquieras. Cada mancha representaba un coraz�n que anhelaba lo mejor de Dios; personas que se acercaban a Dios para que su amor y fuerza pudieran tocarlas. No es cosa peque�a tener la oportunidad de arrodillarse ante el Se�or Dios nuestro hacedor. S�, �l es un Padre amoroso, constante, y cercano. �l es un Padre capaz Hay un cuarto adjetivo que describe a Dios. �l es un Padre capaz. Puede ocuparse de cualquier situaci�n que le demos. Ning�n problema es demasiado duro. Nada est� m�s all� de su capacidad. �l puede manejarlo. La Escritura dice que �Nada hay imposible para Dios� (Lucas 1:37). Dios dijo en Jerem�as 32:27: �Yo soy Jehov�, Dios de toda carne; �habr� algo que sea dif�cil para m�?� Es casi como si Dios estuviera lanzando un desaf�o. Casi como si estuviera diciendo: �Te desaf�o. Te desaf�o a que pienses en un problema que yo no pueda resolver para ti.� �l es un Padre capaz. Cuando mis ni�os me traen cosas rotas que necesita arreglo, normalmente esas cosas permanecen rotas. Si es algo mec�nico, esta persona no va a arreglarlo. Simplemente no pasar�. Cuando me buscan para consejo, yo soy un poco mejor, pero a menudo, todav�a estoy conjeturando la respuesta correcta. Yo soy un padre imperfecto. Dios dice: �Yo soy el Padre celestial, y soy capaz de satisfacer tus necesidades.� �Mi Dios, pues, suplir� [satisfar�] todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jes�s� (Filipenses. 4:19). Dios es ilimitado en recursos, en energ�a, en conocimiento, y en tiempo. �l dice: �Yo puedo satisfacer todas tus necesidades.� Me pregunto c�mo es Dios. Jes�s dice: �Padre nuestro que est�s en los cielos.� Hay una cierta elegancia all�. Hay una cierta m�sica en esa declaraci�n. La pregunta natural es �sta: �Somos todos hijos de Dios? �Es Dios Padre de todos? Ciertamente, Dios es el creador de todos. Pero eso, en s� mismo, no nos incluye en la familia de Dios; no hace a Dios el Padre de todos nosotros. Juan dej� eso muy claro cuando escribi� en su evangelio las palabras que Jes�s habl� a Nicodemo: "Os es necesario nacer de nuevo� (Juan 3:7). Esta relaci�n establecida cuando se nace de nuevo es la obra de Jesucristo, por el Esp�ritu Santo. En realidad, Juan explica las caracter�sticas que distinguen a los hijos de Dios de los hijos del diablo. �En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios� (1a Juan 3:10). Jes�s hizo la misma distinci�n cuando dijo a ciertas personas: �Vosotros sois de vuestro padre el diablo� (Juan 8:44). As� que esta idea de la paternidad universal de Dios que pone a todas las personas en la familia de Dios no es b�blica en absoluto. De hecho, viola la ense�anza clara de la Escritura. S�lo aqu�llos que nacen de nuevo, que est�n en Cristo, son en verdad los hijos de Dios y pueden exclamar �Abba, Padre.� S�lo aqu�llos que est�n en Cristo est�n en esta relaci�n �ntima con Dios. En cuanto a aqu�llos que no conocen a Cristo con una fe viva y verdadera, la Biblia dice que est�n fuera de la vida de Dios. Permanecen muertos en delitos y pecados, y no tienen ninguno de los privilegios de los hijos de Dios. Y as� �ramos todos nosotros. �Qu� cosa m�s asombrosa es esto! ��Mirad cu�l amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios!� (1a Juan 3:1). ��l nos ha hecho miembros de su propia familia! ��l es nuestro Padre celestial! �C�mo se entra en tal relaci�n? La Escritura dice: �Todos sois hijos de Dios��note esto--�por la fe en Cristo Jes�s� (G�latas 3:26). La fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, lo introduce en la familia de Dios. Dios dijo que hab�a enviado a Jes�s a la tierra para revelar al Padre. Jes�s vino a mostrarnos c�mo es Dios. Hay s�lo una manera de entrar en la familia de Dios y es naciendo en ella. As� como usted nace f�sicamente en una familia f�sica, usted nace espiritualmente en una familia espiritual. �Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios� (Juan 1:12). �l se convierte en nuestro Padre. Note las dos calificaciones: creer y recibir. Crea en Jesucristo y entonces reciba a Jesucristo. A menudo, al describir su peregrinaje espiritual, las personas dicen: �Bueno, supongo que creo en Jes�s.� �Yo les digo: �Tremendo, usted est� a mitad del camino! Ahora todo lo que tiene que hacer es recibirlo.� Es cuando usted se vuelve parte de la familia de Dios y �l se vuelve su Padre celestial. �Se siente usted lo suficientemente cerca a Dios para llamarlo su padre? �Tiene usted ese tipo de relaci�n? �Ha establecido usted una relaci�n personal con Dios? Si usted nunca ha abierto su vida a Cristo, le animo aqu� mismo, ahora mismo, a decir: �Dios, yo quiero tener una relaci�n contigo. Quiero que seas mi padre. Ahora mismo, Padre, con todo el conocimiento que tengo, quiero poner mi fe en Jesucristo. Creo que Jes�s es el Hijo de Dios, y quiero recibirlo en mi vida. Perd�name de mi pecado, y convi�rtete en mi Padre celestial. Pon tu presencia en mi vida, y hazme la persona que tu quieres que sea.� Quiz� su oraci�n necesita ser m�s como �sta: �Ay�dame a comprender realmente esta semana cu�nto cuidas de m�. Ay�dame a tener un nuevo sentido de tu amor.� O quiz�s usted necesite orar: �Padre, ay�dame a comprender que t� eres constante y a agradecerte por amarme igual en los d�as cuando no me siento cerca de ti como en los d�as cuando s�. Se�or, te agradezco que est�s cerca. Ay�deme esta semana a darme cuenta de que est� conmigo y en m�. Gracias que eres capaz. No hay situaci�n ahora en mi vida o en el futuro que t� no puedas manejar. Te entrego mi vida. Te digo s�, Padre, Abba, Padre.� El Dr. Paul Hontz es el Pastor Principal de la Iglesia Wesleyana Central en Holland, Michigan donde �l ha servido desde 1976. La asistencia de la iglesia promedia arriba de 3,500 y est� significativamente involucrada en las misiones mundiales, financieramente y como una iglesia que env�a misioneros. Semana 2�� Hebreos 2:10-18 Un Salvador como nosotros Por Joseph Dongell Enfoque: Yo creo en la humanidad de Jesucristo Una de las m�s c�lebres personalidades en el mundo deportivo de los �ltimos veinticinco a�os era el extraordinario Howard Cosell. Muchos recuerdan su pesado acento neoyorquino, su cabello liso peinado para atr�s, los largos puros que fumaba, y las palabras rebuscadas que esgrim�a con facilidad asombrosa. En la caseta de transmisiones, �l impulsaba sus fuertes opiniones y aventaba sus animosas preguntas. Sus compa�eros locutores ten�an que luchar para meter baza cuando Howard ten�a su boca en pi��n de ataque. Mientras algunos entusiastas del deporte admiraban a Cosell, muchos atletas lo despreciaban. No era porque Howard no mostraba misericordia en su cr�tica de los jugadores, o que nunca se cansaba de ponerlos en aprietos en sus famosas entrevistas. La raz�n era m�s profunda que eso. Era que Cosell no ten�a la menor habilidad atl�tica. �l nunca hab�a enfrentado una bola r�pida de 90 millas por hora o hab�a sentido el tremendo dolor de un golpe al est�mago en boxeo. �l nunca hab�a sido tirado a tierra por un defensa fornido. La cr�tica del locuaz Howard Cosell de los atletas profesionales estaba muy lejana de su propia experiencia en los deportes. �l hablaba de cosas que nunca hab�a experimentado. �l nunca jug� el deporte. La verdad hermosa del evangelio es que nuestro Salvador hizo el ejercicio completo del la lucha y el sufrimiento humano. �l jug� todos los minutos desde el nacimiento hasta la muerte y enfrent� sus alegr�as y agon�as a extremos mayores que nosotros podemos conocer. Su evangelio no es una transmisi�n a nosotros desde la seguridad del cielo. Como explica el escritor de hebreos, �l particip� de nuestra humanidad. �l fue, en todos los sentidos, hecho como nosotros, y nos lleva a la gloria por el camino de su propio sufrimiento que nosotros ahora andamos. �Pero hay m�s! M�s all� del consuelo general de saber que Jes�s entiende nuestras vidas humanas de adentro para fuera, el escritor de hebreos revela tres beneficios espec�ficos que nosotros disfrutamos ahora, porque Jes�s vivi� y sufri� como un ser humano real. Tenemos la victoria sobre el temor de la muerte, el perd�n de los pecados, y la ayuda en la tentaci�n. Victoria sobre el temor de la muerte Todos hemos o�do el refr�n de que no hay nada certero en la vida sino la muerte y los impuestos. El humor es que sabemos qu� es la muerte, y la muerte sola con la que no podemos hacer trampa. Pueden levantarse los impuestos, bajarse, o incluso derogarse. Muchos han aprendido a evitar el pago de ellos a trav�s de estrategias financieras sutiles y de maniobras h�biles a trav�s de las complejidades del c�digo de impuestos. Otros se niegan a pagar impuestos simplemente, corriendo el riesgo que los oficiales gubernamentales no podr�n rastrear a todas las personas que burlan esta responsabilidad c�vica. Los impuestos no son certeros, pero la muerte lo es. Las buenas nuevas del evangelio son que Jes�s, desde que se hizo uno de nosotros, puede rescatarnos del temor de la muerte (He. 2:15). Pero de un principio debemos admitir que son pocas las personas que podr�amos ver en un d�a t�pico que parecen estar paralizadas por el miedo de la muerte. �Por qu� no? Las razones no son dif�ciles de imaginar. En primer lugar, el estilo y los h�bitos de la vida moderna nos apartan a muchos del contacto directo con la muerte. Los moribundos a menudo se pasan sus �ltimos d�as o meses rodeados por profesionales m�dicos bien adentro de macizos hospitales. Incluso despu�s de la muerte, sus cuerpos son llevados por otros profesionales que se esfuerzan por hacer que el difunto parezca tan vivo como es posible. En la tumba, la alfombra verde oculta todas las se�ales de ese agujero repugnante en la tierra, y normalmente las familias son alejadas r�pidamente antes que el ata�d se baje en la fosa silenciosa y se cubra con la tierra. Parece que nos escudamos en cada giro de las realidades �speras y dolorosas de la muerte. A pesar de las chocantes escenas llevadas por las noticias de la tarde a nuestras pantallas de televisi�n, raramente venimos cara a cara con la muerte de maneras que absorban nuestra atenci�n. Los j�venes, claro, rara vez piensan en la muerte o de morirse. En la primavera de nuestros d�as, es dif�cil considerar el fin de la vida de una manera realista. A�n conforme envejecemos, disfrutamos los beneficios de los milagrosos adelantos de la ciencia m�dica. Enfermedades como la pulmon�a que rutinariamente mataba a sus v�ctimas hace s�lo una generaci�n, se tratan ahora a menudo con �xito con unas p�ldoras de la farmacia local. �Estas maravillosas medicinas, combinadas con la buena nutrici�n, han extendido el promedio de vida humano tan dram�ticamente que nuestro planeta tiene un ej�rcito inaudito de ciudadanos mayores activos y �giles! Otro ej�rcito de investigadores est� buscando diligentemente las causas del envejecimiento, y espera reducir la velocidad de, si no desactivar, los relojes biol�gicos que nos llevan a cada uno hacia el fin de nuestra vida. Algunos est�n tan convencidos que la victoria sobre la muerte est� apenas a la vuelta de la esquina que han hecho arreglos para que sus cuerpos sean congelados cuando mueran y descongelados despu�s, cuando haya llegado la nueva tecnolog�a. Si rara vez miramos a la muerte en la cara, y si los descubrimientos m�dicos prometen mejores y m�s largas vidas que antes, no es de maravillarse que tantos de nosotros no vivamos con miedo de la muerte. Pero para otra gente, la muerte no les trae ninguna ansiedad por una raz�n diferente. Ellos ya no creen (si alguna vez creyeron) las ense�anzas de la Biblia sobre la posibilidad del castigo eterno despu�s de la muerte. Muchos han concluido que un Dios amoroso no castigar�a a las personas por algo otro que los cr�menes m�s brutales. Incluso los criminales violentos, podr�an esgrimir la defensa que son meramente productos de su educaci�n y del abuso al que la sociedad los ha sometido. Como lo explicara un amigo: �Dios es m�s que inteligente para ver el panorama completo de la vida de todos, y en el fin, todos entramos.� Otra gente ha abandonado la creencia en cualquier clase de vida m�s all�, quiz�s incluso en la existencia de Dios. Como otro amigo recientemente explicaba, �Como lo veo yo, todos nosotros apenas entramos en la nada, y �se es un pensamiento m�s bien confortante para m�.� Tales personas no sienten ninguna necesidad de ser librados del miedo de la muerte, desde que no tienen ning�n miedo de la muerte en primer lugar. Quiz� no se han enfrentado con la certeza de sus propias muertes o de su impotencia cuando est�n en su poder. Quiz� no se han dado cuenta del peso del juicio sobre ellos, o la tragedia de la alienaci�n eterna de Dios. Mientras se escurren por la vida sin preocupaci�n o alarma, las buenas nuevas del evangelio tienen muy poca apelaci�n para ellos. �Quiz� la �nica condici�n peor que vivir con miedo de la muerte es vivir en la comodidad descuidada sin Dios! Es s�lo por el ministerio de gracia y amor del Esp�ritu Santo que nos perturbamos, incomodamos, y nos inquietamos con la pregunta de nuestro destino final. En otras palabras, el Esp�ritu debe impartir cierto grado de sensibilidad espiritual y entendimiento para llevarnos hasta el punto de temer la destrucci�n y la muerte que el Maligno desea para nosotros. Juan Wesley, el reformador ingl�s, estaba navegando por el Oc�ano Atl�ntico en los a�os de 1730 para hacer trabajo misionero cerca de Savannah, Georgia. Una tormenta peligrosa engolf� la nave, amenazando hundirla y enviar a los pasajeros a sus muertes. Aunque Wesley estaba sirviendo en el ministerio cristiano, �l todav�a no se hab�a abierto paso a confiar plenamente en Cristo. Mientras la tormenta rug�a y el fin parec�a cercano, Wesley fue impresionado por un grupo de cristianos moravos que descansaban serenamente de cara a la muerte con una paz que Wesley mismo no disfrutaba. Su propio temor ante la muerte ayud� a alimentar su b�squeda continua de Dios que finalmente lo llev� a la experiencia abrigadora de una fe m�s profunda en Cristo en la Calle Aldersgate en 1738. Sin embargo, no importa lo amorosamente que Dios pueda usar nuestro temor de la muerte para atraernos a �l, no es su voluntad que sus propios hijos vivan con miedo. Aun as�, nosotros los creyentes podemos encontrarnos agitados y asustados cuando la muerte nos amenaza realmente. Como los disc�pulos que navegan en el Mar de Galilea, que hab�an dejado todo para seguir a Jes�s y lo ten�an all� mismo con ellos en la barca (Marcos 4:35-41), nos encontramos anegados por el miedo como las olas y el rugido de los vientos. Como muchos han descubierto, seguir a Jes�s es una jornada continua de fe en la que cada nuevo recodo del sendero y cada nueva escena en el camino traen un nuevo desaf�o y un nuevo llamado a un nivel m�s profundo de confianza en el Salvador. Cuando enfrento mi muerte, cuando una enfermedad amenaza mi vida, cuando el m�dico tiene malas noticias sobre mi cuerpo, cuando yo veo sombras extra�as en la placa de rayos x--entonces el Salvador me invita a confiar m�s plenamente en �l -- a descansar aun m�s completamente en �l. El escritor de Hebreos nos da una visi�n para poner ante nuestros ojos, una promesa para reclamar, una verdad para estar firme: el propio Jes�s tom� nuestra naturaleza humana y muri� una muerte humana para �destruir por medio de la muerte al que ten�a el imperio de la muerte, esto es, al diablo� (2:14). El escritor no explica la l�gica completa de esto ni muestra c�mo la muerte de Jes�s sella el destino del Malo. La l�nea de fondo es lo que realmente importa: porque el Hijo divino se hizo carne y muri�, yo puedo encontrar libertad del miedo a trav�s de �l. Puedo contar con el Salvador que borre el miedo y lo reemplace con confianza asombrosa. �l ha marcado el camino a trav�s de la muerte a la vida, y por su gracia yo lo seguir�. Puedo orar con seguridad en las palabras de Carlos Wesley: �Cuando entre en las aguas del Jord�n, y mengue el af�n de mis temores; ll�vame sobre la corriente agitada, depos�tame seguro en el lado de Cana�n.� Expiar los pecados del pueblo El escritor de Hebreos describe otra obra que hizo Jes�s porque vivi� entre nosotros como un ser humano: Jes�s sirvi� como sumo sacerdote para quitar los pecados del pueblo (2:17). El pecado es, despu�s de todo, la causa fundamental de la muerte desde que nos aleja del Dios viviente. Pero participando de nuestra naturaleza humana, Jes�s pudo cumplir con el patr�n para el perd�n establecido hace mucho tiempo por el Padre en la religi�n de Israel. En el Monte Sina�, Dios apart� a la tribu de Lev� y la familia de Aar�n para servir como sacerdotes, que funcionar�an como mediadores entre personas imp�as y un Dios santo (�xodo 29). Aqu� est� el punto crucial: los seres humanos pecadores no pueden acercarse directamente a un Dios santo para recibir el perd�n. No obstante, Dios ha escogido no perdonar los pecados a la distancia con un mero adem�n. Criaturas pecadoras y el Dios puro deben enlazarse uno al otro por medio de alguien que puede pontear el vac�o y puede quitar el pecado que ofende tanto a Dios. Los sacerdotes de Israel no fueron capaces de realizar esta tarea, puesto que ellos mismos eran pecadores y, por consiguiente, parte del problema. En el mejor de los casos, ellos apuntaron hacia el futuro, a Jes�s, el Mediador perfecto. Como el Hijo divino que se hizo carne, s�lo Jes�s pod�a representar perfectamente ambas partes, la humana y la divina. Y como era sin pecado, Jes�s pod�a ofrecer la soluci�n perfecta para el pecado. �El Padre es digno de alabanza por la belleza de un plan que satisface exactamente nuestras necesidades! Nada viene como un pensamiento posterior. Todo ha sido previsto con extrema precisi�n. �Ciertamente �l ha demostrado su amor por nosotros a trav�s de tal cuidado meticuloso y provisi�n! Ayuda para todos los que son tentados Nuestro escritor revela una tercera bendici�n que disfrutamos a trav�s del Hijo divino que fue en todos los sentidos hecho como nosotros: �l puede socorrer a todos los que son tentados (2:18). No entienda mal lo que el escritor est� dici�ndonos. A menudo nosotros nos consolamos conociendo de nuestras miserias y fracasos. Si yo he fracasado en mi negocio o en mi matrimonio o con la siembra de una huerta, yo me conforto encontr�ndome a otros que han fracasado de la misma manera en sus esfuerzos. �Porque si todos han tenido �xito donde s�lo yo haya fallado, ser�a una p�ldora amarga de tragar! En verdad, la miseria busca compa��a. Claro est�, que reconocer nuestros pecados uno al otro tiene su lugar, para pedir perd�n de aqu�llos a quienes hemos hecho da�o, y para decir c�mo Dios se�al� con precisi�n nuestro pecado y nos trajo al pie de la cruz. Los cristianos en apuros pueden cobrar �nimo comprendiendo que todos nosotros, por m�s maduros y santos parecemos ser, siempre necesitamos la sangre de Cristo que cubra nuestro pecado. Si nos mantenemos al d�a con la confesi�n de nuestros pecados, la sangre de Cristo se mantiene al d�a purific�ndonos de nuestros pecados y limpi�ndonos de toda maldad (vea 1a Juan 1:5�10). Como se ha dicho a menudo, �al pie de la cruz todos estamos en el mismo nivel.� �Pero Jes�s no ofrece ayudarnos compadeci�ndose lastimosamente con nuestros fracasos! �Cuando �l enfrent� la tentaci�n, �l triunf�! �S�, Jes�s puede ayudarnos en nuestra tentaci�n capacit�ndonos para ser vencedores! El papel de Jes�s como sumo sacerdote perfecto empieza perdonando nuestros pecados, pero r�pidamente pasa a ense�arnos c�mo vivir de maneras que agradan a un Dios santo. En el desierto Jes�s enfrent� al diablo que le ofreci� los premios m�s tentadores imaginables. A lo largo de su ministerio, Jes�s enfrent� a muchedumbres inconstantes y a disc�pulos duros de entendimiento que probaron su paciencia a cada momento. En el huerto de Getseman�, Jes�s enfrent� la �ltima tentaci�n: salvarse del dolor y la agon�a de la muerte en una cruz. Pero en cada caso y en todos los sentidos, Jes�s escogi� los caminos de Dios, y �por lo que padeci� aprendi� la obediencia� (He. 5:8). Aun ahora, Jes�s est� listo para compartir la riqueza de la sabidur�a que �l ha ganado a trav�s de la experiencia humana. �Est� listo para ayudar a todos los que son tentados, con la esperanza de tambi�n compartir con ellos la alegr�a de la vida triunfante! Jes�s aprendi� la obediencia, y yo puedo aprender la obediencia de �l. A trav�s del Salvador sufrido que triunf� sobre el pecado y la muerte como un hombre, nosotros podemos disfrutar la liberaci�n del miedo de la muerte, la libertad del castigo del pecado, y la liberaci�n de la necesidad de pecar. Aun ahora, Jes�s nos invita a gustar estos buenos regalos y compartir en las victorias que �l ha ganado. �l particip� totalmente en nuestra naturaleza humana para darnos estos ricos y valiosos tesoros. Prueba del amor del Padre Pero debemos atender a una verdad m�s profunda que embellece y junta a todas estas verdades. Durante varias temporadas de Navidad he o�do una historia que viene en versiones diferentes. En una versi�n, un incr�dulo dijo a un predicador que la doctrina cristiana de la encarnaci�n (que el Hijo de Dios se hizo carne) no ten�a ning�n sentido y que, por consiguiente, el evangelio de Jesucristo ten�a muy poca atracci�n para �l. D�as despu�s, el predicador visit� al esc�ptico en su casa y tuvo una conversaci�n agradable. Mientras estaban sentados, hablando en la sala, un hermoso p�jaro cantor vol� derecho al cristal de la ventana, rompi�ndose el pescuezo, y cayendo muerto al piso del p�rtico. ��Pobre criatura!� Dijo preocupado al anfitri�n. �He probado todo lo que s� para que vean este vidrio. �Pero ellos siguen viniendo! �Si s�lo pudiera hacerme p�jaro como ellos, para advertirlos en su propio idioma sobre este cristal!� De repente el esc�ptico comprendi� que su propio sue�o de salvar los p�jaros volvi�ndose p�jaro reflejaba bellamente el plan de Dios en la encarnaci�n de la Palabra eterna (Juan 1:14). Su duda se rindi� al arrepentimiento y la fe. Las historias, es claro, ilustran a menudo uno o dos aspectos de una verdad sin comunicar la belleza y complejidad del todo. Esta historia capta muy bien la empat�a de Dios por las personas perdidas, junto con la buena voluntad de Dios de entrar en su mundo para salvarlos. Pero la historia no va hasta donde fue Dios en Cristo para redimirnos. Primero, el hombre hecho p�jaro cantor no estar�a satisfecho meramente con informar a sus p�jaros compa�eros del peligro que enfrentaban. �l tendr�a que sufrir su destino y morir por ellos de la manera (si pudi�ramos imaginarlo) m�s vergonzosa para los p�jaros. Pero hay otro sesgo que la historia necesita, uno que a menudo no vemos, que raramente contemplamos. La historia supone que el hombre compasivo que se volvi� p�jaro cantor revertir�a a su condici�n anterior de hombre una vez que el mensaje fuese entregado y los p�jaros cantores estuvieran seguros de nuevo. Pero nosotros buscar�amos en vano en la Biblia para encontrar a Jes�s, despu�s de su resurrecci�n, haciendo a un lado su humanidad o mudando la naturaleza humana que hab�a tomado. S�, �l ascendi� al cielo y se sienta a la diestra del Padre, pero se sienta all� en el cuerpo resucitado que todav�a lleva las heridas en sus manos y pies y costado. �El Padre nunca ha invertido o deshecho la encarnaci�n de la Palabra, y no hay ninguna indicaci�n de que �l quiera hacerlo jam�s! Aqu� nos enfrentamos con un misterio sobre misterio. Aqu� nos enfrentamos con el enigma del tiempo intersecando la eternidad. Aqu� nos enfrentamos con las profundidades inimaginables del amor de Dios. Una misi�n de encarnaci�n temporal para el Hijo divino habr�a sido bastante para demostrar el amor de Dios por nosotros. Pero el amor que entra en la vida humana sin buscar una salida va a�os de luz m�s all� de nuestros sue�os m�s fabulosos. Dios no desea salvarnos meramente. �l quiere habitarnos, y quiere que nosotros vivamos dentro de �l (Juan 17). �l desea la intimidad eterna con nosotros. Y la prueba m�s clara de que Dios ha puesto su afecto eterno en nosotros, se descubre cuando consideramos esto: que aun ahora en el pecho del Padre est� el rostro humano de Jes�s, y aun ahora extendida desde el pecho del Padre est� la mano humana de amor divino traspasada. �Qu� significa para nosotros decir que el Hijo se hizo uno de nosotros? Significa la libertad real de la muerte, el perd�n real del pecado, la ayuda real en la tentaci�n, y la prueba positiva del compromiso inquebrantable de Dios eterno con los hijos de Ad�n. �A Dios sea la gloria!  Semana 3��Mateo 16:15�16 Creo en Jes�s, el Hijo de Dios Por Norman G. Wilson Enfoque: Creo en la deidad de Jesucristo �Qui�n es este Jes�s? Esa penetrante pregunta ha sido hecha por mentes inquisitivas por m�s de dos mil a�os. Desde las calles polvorientas de Jerusal�n hasta los vest�bulos jaspeados de la Roma antigua y los caf�s en la s�per carretera de informaci�n de la Internet, la pregunta contin�a haciendo eco a trav�s de los tiempos. El carpintero de un pueblo diminuto en Galilea puso abajo las herramientas de su oficio, sali� de la oscuridad y entr� en la historia. Dondequiera que fue las personas preguntaban, ��Qui�n es este hombre?� Todav�a preguntan. Durante los siglos ha habido una mir�ada de respuestas a esa pregunta, y muy poco acuerdo. Preg�nteles a cualesquiera dos personas qui�n es Jes�s y probablemente obtenga tres contestaciones. El fil�sofo Friedrich Nietzsche dijo que �la palabra cristiandad es ya una incomprensi�n�en realidad ha habido s�lo un cristiano, y muri� en la cruz� (El Anticristo, 39). Camille Paglia llam� a Jes�s un �comediante jud�o brillante, un improvisador fenomenal,� y dijo: �Sus par�bolas son grandes chistes de una l�nea� (revista Harper's, marzo de 1991). El poeta americano Ezra Pound llam� a Jes�s �una figura heroica no totalmente culpable de la religi�n que se le ha impuesto falsamente� (citado por Humphrey Carpenter, Un personaje serio, parte 2, cap�tulo 13). Mohandas Gandhi llam� a Jes�s �un hombre completamente inocente,� y se refiri� al sacrificio de Cristo en la cruz como �un acto perfecto� (La no-violencia en la paz y en la guerra, vol. 2, cap�tulo. 166). El anterior Primer Ministro sovi�tico Mikhail Gorbachev dijo: �Jes�s fue el primer socialista, el primero en buscar una vida buena para la humanidad� (London Daily Telegraph, 16 de junio de 1992). El difunto Beatle, John Lennon dijo: �Jes�s est� bien, pero sus disc�pulos eran densos y ordinarios. Son ellos torci�ndolo todo que lo estropea para m� (London Evening Standard, 4 de marzo de 1966). Cualquiera sea la opini�n de uno sobre Jes�s, ser�a dif�cil discrepar con el novelista H. G. Pozos que dijo: �Jesucristo es la persona m�s singular de la historia. Ning�n hombre puede escribir la historia del g�nero humano sin dar el primer lugar sobre todo a este maestro sin dinero de Nazaret.� Cuando �l sali� de la eternidad y entr� en el tiempo, Jesucristo dividi� la historia humana en dos partes. Nosotros las llamamos a.C., antes de Cristo, y a. C., en el a�o de nuestro Se�or. El advenimiento de Jesucristo se yergue como el gran punto crucial que divide la historia. Todo antes de su nacimiento apunta a su venida, y todo desde entonces fluye de �l a la eternidad. Uno puede aceptar los reclamos que hace la Biblia de Jes�s, o los puede rechazar. Esa es ciertamente su opci�n. Usted puede postrarse ante �l como el Rey de reyes y Se�or de se�ores, o puede permanecer de pie en desaf�o abierto de �l. Es la opci�n que usted tiene. Pero la cosa que usted no puede hacer es ignorarlo. Jesucristo es demasiado grande, demasiado importante, una personalidad demasiado dominante para ser ignorada. Ninguna tierra es tan remota que Jesucristo no haya estado all�. Ning�n pueblo es tan primitivo como para haber escapado totalmente de su influencia. Incluso aqu�llos que nunca han o�do su nombre han sido afectados por su presencia en el mundo. Tampoco escapar�n una confrontaci�n con este carpintero de Nazaret que algunas personas llaman el Hijo de Dios. Un hombre ordinario, el hijo de Jos�, El debate sobre la identidad de Jes�s no es nada nuevo. En realidad, la discusi�n la empez� el mismo Jes�s, en alguna parte inferior del imperio romano hace unos dos mil a�os. En una tarde caliente y polvorienta, Jes�s hizo una pausa para hacerles esta simple pregunta a sus seguidores m�s �ntimos: ��Qui�n dice la gente que soy?� Para ese tiempo, Jes�s se hab�a hecho inmensamente popular. Las muchedumbres lo segu�an por todas partes, esperando ver un milagro, o por lo menos para saber de qu� trataba todo el alboroto. Es probable que los rumores circularan acerca de este fen�meno de un taller de carpintero. Quiz�, queriendo o�r lo que se estaba dici�ndose, Jes�s les hizo a sus disc�pulos esa simple pregunta. �Qu� es el cuchicheo sobre m�? �l quiso saber. �Qu� se dice en la calle? �Qu� est� diciendo la gente? Se sugirieron varias respuestas. La conclusi�n m�s obvia era que Jes�s era simplemente un hombre de Nazaret. Marcos y Lucas registraron la reacci�n que Jes�s recibi� cuando visit� su ciudad natal un s�bado. �No es este el hijo del carpintero? Preguntaba la gente del pueblo. �No es este el muchacho de Mar�a? �No conocemos nosotros a este tipo? Ellos identificaron a Jes�s de la manera m�s obvia; por su apellido. �ste es Jes�s el hijo de Jos�. Jes�s de Nazaret. Jes�s el muchacho con que nosotros crecimos. Jes�s el hombre ordinario. Su reacci�n no era meramente casual. Ellos estaban indignados, incluso encolerizados de que este tipo com�n pretendiera tan grande reputaci�n. Lucas nos dice, en efecto, que algunos se pusieron tan hostiles que �intentaron matar a Jes�s! (Lucas 4:28�30). �C�mo se atreve a pretender ser algo que no es! Para ellos, �ste era Jes�s el hijo del carpintero. Jes�s, s�lo un hombre ordinario. �sa es una conclusi�n que personas contin�an teniendo de Jes�s. No niegan la existencia de Cristo. �Qui�n podr�a? Hay evidencia aplastante que Jes�s vivi� y muri� en la Palestina del el primero siglo. Claro que hubo un hombre llamado Jes�s. Pero era simplemente un hombre. Muchos, incluso te�logos, niegan que hubiera algo sobrenatural acerca de Jes�s de Nazaret. �l puede haber sido un pr�jimo inusual, e indiscutiblemente, llev� una vida inusual. Pero no hab�a nada extraordinario acerca de �l. Era simplemente un hombre. Y eso es precisamente lo que usted hace si escucha las historias acerca de Jes�s, oye sus palabras, considera sus ense�anzas, y entonces concluye que no hab�a nada milagroso acerca de �l. Usted concluye que �l es un hombre, y nada m�s�Jes�s el hijo del carpintero. Su nacimiento�la historia familiar, pat�tica de su nacimiento que se celebra con tal ceremonia cada a�o, la posada atestada en la que no hab�a lugar, el humilde establo compartido por ovejas y ganado, el pesebre por cama�la historia que ha tocado nuestros corazones tan profundamente es simplemente s�lo eso, una historia. Y las historias que han venido a nosotros de la vida de Jes�s, �qu� hay de ellas? Si no hay nada sobrenatural acerca del hijo de Jos�, si sus manos fueran s�lo las manos �speras y encallecidas de un carpintero, entonces eso es todo lo que es�historias. Esas manos ordinarias nunca causaron que los ojos de los ciegos vieran, o que los o�dos de los sordos oyeran. Esa voz que compele nunca orden� a los vientos y a las olas que callaran y enmudecieran, y nunca bendijo el pan que aliment� a cinco mil. �Y qu� de su muerte por crucifixi�n? Si Jes�s es meramente el hijo de Jos�, entonces debemos concluir que �ste es el fin de su historia. Muri� una muerte cruel, horrible, incluso injusta. Pero eso es todo. Su vida, su historia, su legado debe acabar all�. �l nunca se levant� de la tumba; �l no tiene el poder sobre la muerte; �l no tiene nada m�s que ofrecernos. Se acab�. Sin embargo, realmente no e ha acabado, �verdad? Porque los seguidores de Jes�s han difundido la historia que �l est� vivo. Han convencido a m�s de un mil millones de personas que este hombre�este hombre ordinario�es el Hijo de Dios que tiene poder sobre la vida y la muerte. �Qu� de eso? Si Jes�s es meramente un hombre, si �l es en verdad simplemente el hijo de Jos�, entonces la reacci�n de usted debe ser igual al de la gente de Nazaret que vio el retorno de su hijo nativo. Su reacci�n debe ser igual a la de aqu�llos que oyeron los grandes informes de ense�anzas fant�sticas, de se�ales y maravillas, de milagros, y entonces comprendieron que era �s�lo Jes�s� despu�s de todo. Usted compartir� su indignaci�n, y finalmente su enojo que tal broma se haya perpetrado en tantas personas. Si Jes�s es s�lo un hombre, usted no puede ignorarlo. Usted debe resistirlo. Debe denunciarlo. Debe opon�rsele por mentiroso que es. �Es eso lo que usted concluye acerca de Jes�s? Un hombre especial, el hijo de Zacar�as, Hubo una segunda conclusi�n que algunos formularon de Jes�s, y todav�a lo hacen. Si algunos creyeron que �l era meramente el hijo de Jos�, otros estaban listos para dar un paso m�s y lo declararon un profeta. Obviamente, concluyeron ellos, hay m�s sabidur�a aqu� que podr�a fluir del hijo de un carpintero. Adem�s, �l hace milagros. Jes�s, pensaron ellos, debe ser algo m�s que ordinario. �l debe estar bendecido de alguna manera. Nicodemo resumi� este punto de vista cuando dijo: �Rab�, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas se�ales que t� haces, si no est� Dios con �l� (Juan 3:2). As� que, cu�ndo Jes�s les pregunt� a sus disc�pulos: ��Qui�n dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?� Una de las contestaciones fue esta: Un profeta. Unos dicen que Juan el Bautista; otros, El�as; y otros Jerem�as, o alguno de los profetas. Para nuestras mentes occidentales, la noci�n parece extra�a, pero al Medio Oriental antiguo, parec�a una posibilidad real que Jes�s pudiera ser un profeta reencarnado. Juan, el hijo de Zacar�as, conocido como Juan el Bautista, fue el �ltimo y m�s grande de los profetas. As� que les parec�a posible que Jes�s fuera realmente el esp�ritu encarnado de Juan, o alg�n otro profeta. Muchos contin�an sosteniendo ese punto de vista sobre Jes�s. �l fue un gran hombre y piadoso. Fue un profeta, alguien a quien har�amos bien escuchar. Un hombre poderoso. Un hombre bueno. Pero, al fin, todav�a un hombre. Era el punto de vista de una persona con quien intent� compartir mi fe un d�a. Cortando directamente a la l�nea de fondo, le pregunt�: ��Cree usted en Jesucristo?� �Absolutamente,� dijo �l. �Yo creo que Jes�s fue el hombre m�s grande que vivi� jam�s. No hay ninguna duda en mi mente que necesitamos las ense�anzas de Jes�s. Yo creo que el mundo ser�a un lugar mejor si todos vivi�ramos de la manera que Jes�s vivi�.� Animado, yo llev� la pregunta m�s all�. �Entonces,� pregunt� yo, ��cree usted que Jes�s es el Hijo de Dios?� �Claro que no,� fue su respuesta de hecho. ��l fue simplemente un hombre, como usted y yo.� Es tentador, �no es cierto? Nos gusta pensar que podemos aceptar toda la ense�anza buena, moral que ofrece Jes�s, pero s�lo eso. Podr�amos permitirle incluso alg�n rango especial�el hombre m�s grande que jam�s vivi�y dejarlo all�. Nos gustar�a, quiz�s, tomar las cosas buenas que Jes�s ofrece pero dejar la pregunta de su deidad para otro d�a. Claro, yo creo en Jes�s�como un gran hombre, un gran profeta. �Pero es posible eso? �Es razonable tomar s�lo la mitad de lo que Jes�s dijo acerca de s� mismo y dejar el resto? Recuerde, el Jes�s que dijo: �Amad a vuestros enemigos,� es el mismo Jes�s que dijo: �Debes aborrecer tu propia vida.� El Jes�s que bendijo a los ni�os es el mismo Jes�s que maldijo la higuera. El Jes�s que dijo, �Venid a m� todos los que est�is trabajados y cargados,� es el mismo Jes�s que dijo, �Comed mi carne,� y el mismo Jes�s que dijo, �yo y el Padre somos uno.� �Es posible creer en Jes�s como el hijo de Zacar�as, un gran profeta, pero nada m�s? No, no con integridad. La honestidad intelectual requiere que examinamos toda la vida de Jes�s, y que lo tomemos o lo dejemos como �l es realmente�no como nos gustar�a que fuera. Un hombre divino, el Hijo de Dios, La pregunta de la identidad de Jes�s es, finalmente, una pregunta personal. Es una que cada persona debe decidir por s� mismo. Jes�s sab�a eso. �l entend�a que, debido a los reclamos �nicos que hizo sobre s� mismo, provocar�a alguna contestaci�n de cada persona que encontraba. Obligar�a a cada persona que decidiera si �l era el aut�ntico Hijo de Dios o algo m�s, o algo menos que eso. �Jes�s hab�a empezado el d�a haci�ndoles esta pregunta a sus disc�pulos: �Qui�n dicen otras personas que soy? �l escuch� pacientemente al cat�logo de respuestas�algunos dicen que El�as, otros dicen que San Juan el Bautista, otros que uno de los profetas. Entonces Jes�s hizo la pregunta personal. �Pero qu� de ustedes,� pregunt� �l. ��Qui�n dicen ustedes que soy yo?� Pedro fue el primero en responder. �T� eres el Cristo,� dijo �l, �el Hijo del Dios viviente.� Hubo muchos en la Biblia que confesaron a Cristo como el Hijo de Dios. En primer lugar, es lo que dijo el propio Dios acerca de Jes�s. Cuando Jes�s fue bautizado por Juan en el r�o Jord�n, el Esp�ritu de Dios, en forma de paloma, descendi� del cielo y se pos� sobre �l, y una voz de cielo dijo: ��ste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.� Juan tambi�n dijo: �Yo le vi, y he dado testimonio de que �ste es el Hijo de Dios.� Cuando los disc�pulos vieron el viento y las olas del Mar de Galilea obedecer la voz de Jes�s, ellos dijeron: �Verdaderamente eres el Hijo de Dios.� Incluso los esp�ritus inmundos pudieron reconocerlo. En la tierra de Gadara, Jes�s se encontr� a un hombre que viv�a entre las tumbas, un hombre lleno de demonios. Cuando Jes�s se acerc� al hombre, �l exclam�: ��Qu� tienes con nosotros, Jes�s, Hijo de Dios?� Cuando Jes�s fue crucificado, un centuri�n romano estaba al pie de la cruz. Cuando el cielo se oscureci� y la tierra tembl�, el centuri�n fue movido a confesar: �Verdaderamente �ste era Hijo de Dios.� Es posible que usted haya luchado con este punto. Como tantos otros, usted ha sido atra�do por las ense�anzas de Jes�s o lo han impresionado sus milagros. Hay algo acerca de �l que usted encuentra irresistible, todav�a no puede creer que �l pudiera ser divino. �Podr�a ser Jes�s el Hijo de Dios? �C�mo es posible? �C�mo puedo yo llegar a creer algo as�incre�ble! Note la contestaci�n que Jes�s le dio a Pedro despu�s de su confesi�n de fe. Pedro (tambi�n llamado Sim�n) hab�a declarado simplemente el hecho incre�ble que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y Jes�s respondi�: �Bienaventurado eres, Sim�n, hijo de Jon�s, porque no te lo revel� carne ni sangre, sino mi Padre que est� en los cielos� (Mateo 16:17). Es Dios que nos da la fe para aceptar a su propio Hijo. La creencia en Cristo, despu�s de todo, no es la aceptaci�n de la prueba cient�fica o incluso la evidencia forense. Es un acto de fe. Jes�s se presenta a usted reclamando ser el Hijo de Dios. Usted tiene la evidencia de la Escritura, y el testimonio de muchos creyentes, pero al final ser� un acto de fe de su parte que lo causar� decir �T� eres el Cristo.� �Est� usted perplejo con la pregunta de la deidad de Cristo? Venga a Dios en fe, como el hombre cuyo hijo estaba pose�do por el demonio y dijo: �Se�or, yo creo; �ay�dame a superar mi incredulidad!� (Marcos 9:24). En los primeros d�as de la Iglesia, despu�s de la resurrecci�n y ascensi�n de Jes�s, las autoridades religiosas se preocupaban por acabar con el movimiento cristiano. Empezaron a perseguir a los disc�pulos de Cristo, pero Gamaliel, un l�der sabio y respetado, aconsej� contra el uso de la mano pesada. �Si este movimiento es de origen humano,� aconsej� �l, �terminar� en nada. Otros hombres han empezado movimientos y han atra�do a muchos seguidores, pero cuando murieron, su obra muri� con ellos. Pero si este movimiento es de Dios,� advirti� Gamaliel, �nada lo detendr�.� Gamaliel ten�a raz�n. La Iglesia de Jesucristo est� viva hoy, no debido a la fuerza o el poder humanos; no debido a dichos sabios o la planificaci�n sutil o incluso los milagros asombrosos. La Iglesia est� viva porque Jes�s est� vivo. La Iglesia est� viva porque Jes�s es el Hijo de Dios. Jes�s pide su confianza, no porque necesite la vindicaci�n. �l fue vindicado cuando se levant� de la tumba. �l se presenta a usted, no para que usted le pueda ofrecer su aprobaci�n. �l no necesita ninguna aprobaci�n. Su decisi�n sobre la deidad de Cristo no tiene efecto en absoluto en �l, en su Iglesia, o en su Padre en el cielo. Lo afecta s�lo a usted. Jes�s le ofrece a usted el perd�n de sus pecados, paz y contentamiento en esta vida, y la vida eterna en el cielo�si usted cree. �Creer� usted que Jes�s es el Hijo de Dios? Hace varios a�os, tuve el privilegio de visitar Israel. Fue estimulante ver Jerusal�n, Bel�n, y muchos otros lugares en la tierra d�nde Jes�s vivi�. El gu�a de nuestro grupo de gira era un hombre que hab�a nacido en Jeric� y se hab�a criado en esa parte del mundo. Esta persona ten�a una gran riqueza de conocimiento sobre la Tierra Santa y sobre la vida de Jes�s. Una y otra vez nos qued�bamos asombrados por su conocimiento de los hechos b�blicos. En cada punto de inter�s, �l citaba libremente de ambos el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Y cuando visitamos los lugares m�s importantes en la vida de Cristo�Bel�n Nazaret, Galilea, Jerusal�n�hablaba con gran respeto e incluso reverencia de Jes�s. �l sab�a m�s de Jesucristo que muchos cristianos, y ten�a un respeto profundo por Jes�s de Nazaret. Intrigado por el conocimiento de esta persona de Cristo, uno de nuestros miembros de grupo pregunt� si �l era cristiano. �l contest� que no. Era un seguidor de Mahoma. Cuando yo le pregunt� su opini�n de Jes�s, �l contest� que ese Jes�s fue un gran profeta, enviado de Dios. �l cre�a que Jes�s vivi� y ense�� en la Palestina antigua. �l cre�a que Jes�s naci� en Bel�n, que vivi� en Nazaret, y que muri� fuera de las puertas de Jerusal�n. �l cre�a que Jes�s habl� muchas palabras poderosas, y cre�a que esas palabras eran verdad. �l cre�a todo acerca de Jes�s, excepto esto--�l no cre�a que Jes�s era el Hijo de Dios. Eso describe a muchas personas hoy, quiz�s incluso a usted. Usted puede aceptar los hechos de la vida de Jes�s e incluso ser atra�do por su ense�anza. Usted puede estar interesado en Jes�s como una figura hist�rica o como un gran profeta. Pero hay m�s. Es Jes�s el Hijo de Dios que puede perdonar sus pecados y traer sentido a su vida. Es Jes�s el Se�or viviente que puede darle un futuro en el cielo. �Creer� usted en Jes�s--el Hijo de Dios? Norman G. Wilson es Director General del Departamento de Comunicaciones para La Iglesia Wesleyana. �l ha sido el portavoz de la transmisi�n de la radio internacional, La Hora Wesleyana, desde 1975, y editor de THE WESLEYAN ADVOCATE desde 1992. Sus dieciocho a�os de experiencia pastoral incluyen haber servido como plantador de iglesia en el �rea de Washington D. C. y pastor de la anterior iglesia de la universidad en Owosso, Michigan, EUA. Semana 4��G�nesis 1:2c Creo en el Esp�ritu Santo Por Larry Hughes Enfoque: Creo en el Esp�ritu Santo Hace muchos a�os le� de un ministro que entrenaba una clase de catecismo para una recitaci�n p�blica del Credo de los Ap�stoles. El primer muchacho dir�a la primera frase: �Creo en Dios Padre Todopoderoso,� el segundo muchacho dir�a la pr�xima frase y as� sucesivamente hasta recitarlo todo. Este d�a en particular los muchachos iban avanzando bien en la recitaci�n cuando hubo una embarazosa pausa. Finalmente, se rompi� el silencio cuando se oy� una vocecita diciendo: �Disc�lpeme, se�or, pero el muchacho que cree en el Esp�ritu Santo no vino hoy.� A veces parece que la iglesia cristiana ha estado ausente cuando se viene a un compromiso vital de confianza en el Esp�ritu Santo. Si lo que parece es la realidad, entonces es muy desafortunado. Porque ser�a una verg�enza que cualquier iglesia perdiera el tremendo recurso del ministerio del Esp�ritu Santo. El Se�or Jes�s consider� que este recurso personal del Esp�ritu Santo era su legado fundamental para los disc�pulos y, a trav�s de ellos, para la iglesia. Juan 14:16 recoge su promesa: �Y yo rogar� al Padre, y os dar� otro Consolador, para que est� con vosotros siempre.� Entonces, hablando de lo mismo en el vers�culo 18 dijo: �No os dejar� hu�rfanos; vendr� a vosotros.� Con palabras aun m�s fuertes, Jes�s dijo en Juan 16:7: �Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendr�a a vosotros; mas si me fuere, os lo enviar�.� Si usted leyera el pasaje entero, Juan 14 hasta 16, ver�a que Jes�s consideraba que la presencia y llenura del Esp�ritu Santo eran esenciales para el trabajo que �l estaba dejando a la iglesia. No ser�a exageraci�n decir que ning�n grupo de personas, no importa de qu� denominaci�n, se puede llamar cristiano apropiadamente a menos que la presencia y el ministerio del Esp�ritu Santo est�n en su medio. Es ciertamente correcto decir que el Esp�ritu Santo es el instrumento de cualquiera y todo el trabajo que Dios hace en la tierra. Hay esta advertencia que viene de los pasajes de Juan referidos ya --el Esp�ritu Santo siempre apunta a Cristo. Jes�s dijo: �Pero cuando venga el Esp�ritu de verdad, �l os guiar� en toda la verdad; por que no hablar� de su propia cuenta, sino que hablar� todo lo que oyere, y os har� saber todas las cosas que habr�n de venir. �l me glorificar�; porque tomar� de lo m�o, y os lo har� saber.� (Juan 16:13�14). Debemos tener presente que Jesucristo es el centro de la revelaci�n de Dios. Para parafrasear la percepci�n de un escritor, es Jes�s encarnado quien nos muestra y trae a nosotros el amor de Dios; es el Cristo resucitado que hace disponible a nosotros el poder del Esp�ritu Santo. Por consiguiente, mientras nosotros dependemos grandemente del Esp�ritu de Dios en todas sus funciones, entendemos que es a Jesucristo que el Esp�ritu glorifica en nosotros y lo representa a nosotros. As� que no es extra�o que Pablo use las frases �el Esp�ritu de Dios� y �el Esp�ritu de Cristo� intercambiablemente, a veces en el mismo vers�culo, como en Romanos 8:9. Teniendo eso claramente presente, refresquemos nuestras mentes acerca de la grandeza de la revelaci�n en Cristo Jes�s mirando tres funciones del Esp�ritu Santo. Hay una funci�n creativa del Esp�ritu Santo La funci�n creativa del Esp�ritu Santo se indica en las frases de apertura de las Sagradas Escrituras. En la �ltima parte de G�nesis 1, vers�culo 2, se menciona el Esp�ritu de Dios �que se mov�a sobre la faz de las aguas.� El texto dice inmediatamente: �Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz� (v. 3). Claramente, los dos versos est�n conectados. El Esp�ritu de Dios es el instrumento de Dios en la creaci�n. Cuando contemplamos eso, tenemos que poner nuestra comprensi�n a un lado y simplemente adorar. Dios, a trav�s de su Esp�ritu, es realmente la �nica fuerza creativa en el universo que conocemos. Todos hemos conocido a personas que llamamos creativas; algunos de ellos incluso est�n en el nivel de genios. Pero cualquier persona creativa debe tener material para empezar. Sea en las artes o en las ciencias, todos trabajan con algo. S�lo Dios, por medio de su Esp�ritu, puede hablar la materia en existencia de la nada absolutamente. Eso desconcierta la mente y causa dolor en el cerebro de s�lo pensarlo, pero inflama el coraz�n si uno avista brevemente la grandeza del Omnipotente en ese punto. Entonces, conforme se lee m�s en las Escrituras, m�s se descubre que el poder creativo de Dios se usa, cuando �l escoge, en nombre de su pueblo de pacto. Se puede ver aplicado colectivamente en ocasiones como en el cruce del Mar Rojo. Se puede ver aplicado individualmente en un pasaje notable de �xodo 35, cuando Dios especific� la construcci�n del Tabern�culo. Les dijo que escogieran a un cierto artesano, y se dice del hombre: �Y lo he llenado del Esp�ritu de Dios, en sabidur�a, en inteligencia, en ciencia y en todo arte. . . � (v. 31). M�s adelante dice que Dios hab�a dado a este hombre �la habilidad de ense�ar otros.� �No es eso asombroso! Desde entonces los hebreos creyeron (como debemos nosotros) que toda persona que demostraba tener un don de cualquier tipo estaba dotada por el Esp�ritu de Dios. Hay s�lo una habilidad creativa en el universo, y todos los que participan en esa habilidad, sean creyentes o no, son deudores al Esp�ritu Santo de Dios. Esto significa que el creyente puede alabar a Dios por cualquier creatividad que �l mire en la vida. El Nuevo Testamento enfoca espec�ficamente la creatividad del Esp�ritu en la salvaci�n. Se conecta directamente al evento de la resurrecci�n. Pablo dijo en Romanos 8:11, �Y si el Esp�ritu de aquel que levant� de los muertos a Jes�s, mora en vosotros, el que levant� de los muertos a Cristo Jes�s vivificar� tambi�n vuestros cuerpos mortales por su Esp�ritu que mora en vosotros.� All� est�. El Esp�ritu cuya habilidad creativa trajo el mundo a la existencia est� ahora activo haciendo de nuevo al esp�ritu humano que est� muerto en delitos y pecados, a trav�s del mismo poder que levant� al Se�or Jes�s de los muertos. Jes�s dijo que es como volver a nacer de nuevo. Pablo dijo que es como una persona muerta levantada de los muertos. En otro lugar se refiri� al resultado de esta acci�n como ser una �nueva creaci�n.� Cuando los individuos extienden la mano por la fe y vienen a un conocimiento de primera mano que Cristo muri� por ellos, hay un nuevo tipo de vida que se imparte a ellos que los hace vivos para Dios. Se vuelven lo que un escritor llama �totalmente humanos.� Son totalmente humanos porque cuando experimentan la nueva vida en el Esp�ritu son restaurados al tipo de relaci�n con Dios que se busc� desde el principio. Hay todo tipo de implicaciones teol�gicas y verdades maravillosas conectadas con la salvaci�n, pero central a todo est� la presencia y la obra del Esp�ritu Santo. Ninguna persona en la vida es redarg�ida de su pecado y necesidad de Cristo excepto por la obra del Esp�ritu; ninguna persona nace en el reino de Dios excepto por el ministerio del Esp�ritu; ning�n creyente es limpiado en la vida y apartado para el servicio excepto por el poder del Esp�ritu. Por eso ninguna iglesia debe estar �ausente� jam�s cuando viene a la verdad, �creo en el Esp�ritu Santo.� Otro aspecto de la creatividad del Esp�ritu Santo es presentado vivamente en el ministerio de la iglesia primitiva y su vida de cuerpo registrado en el libro de Los Hechos. Por necesidad de un mejor t�rmino, lo llamaremos el liderazgo creativo en el ministerio. Note la diversidad de su liderazgo. �l llev� a Pedro a ir en contra de sus convicciones religiosas (prejuicios?) por medio de una visi�n. Apart� a Bernab� y a Pablo hablando a trav�s de los ministros y laicos de una iglesia local. En otra ocasi�n, les cambi� la direcci�n neg�ndoles la entrada a otra regi�n. De forma semejante, el gran Adoniram Judson misionero labor� por m�s de un a�o intentando entrar en la India. Fallando finalmente en su esfuerzo, tom� una puerta abierta a Birmania d�nde un ministerio fruct�fero floreci�. Fue llevado por el poder creativo del Esp�ritu. Los ejemplos no se limitan exclusivamente al liderazgo. Considere el progreso del evangelio. En Pafos, muchos creyeron porque un hechicero fue reprendido. En Listra, porque un cojo fue sanado; en Antioqu�a de Pisidia fue la predicaci�n que cautiv� la atenci�n; y en Atenas, fue un discurso de debate en una reuni�n de un club. El punto es que nunca hubo una aplicaci�n mala de su creatividad. El m�todo del trabajo del Esp�ritu siempre es precisamente apropiado para la ocasi�n en particular. Hay un par de aplicaciones que se pueden hacer de esto. Primero, nunca debemos restringir la creatividad del Esp�ritu Santo con nuestras limitadas preferencias y experiencias. Est� tentador hacerlo. No deseo desacreditar la historia y la experiencia humana, pero a veces las iglesias con un pasado glorioso son estorbadas creyendo que Dios debe obrar ahora como lo hizo entonces. Algunas personas se preocupan porque a la iglesia del d�a presente le falta la relevancia. El hecho es que le falta la relevancia s�lo en el grado que est� perdiendo el poder creativo de Dios en la presencia y direcci�n del Esp�ritu Santo. La segunda aplicaci�n es que no hay ninguna situaci�n en nuestras vidas corporativas o personales que el poder de Dios no pueda controlar. En las palabras de Ethel Waters cuando le preguntaron si pensaba que Dios pudiera obrar en la primera cruzada de Billy Graham en Madison Square Garden, �querido, no hay nada que Dios no pueda hacer.� La funci�n de capacitaci�n del Esp�ritu Santo Mientras la funci�n creativa del Esp�ritu es fundamental, de esa ra�z crecen dos otras aplicaciones de su capacidad. Una es la funci�n de capacitaci�n. Hay tres herramientas de capacitaci�n que merecen mencionarse aqu�. La primera es verdad, la segunda poder, y la tercera es habilidades, o dones. Algunos pudieran cuestionar que a la verdad se le pueda llamar capacitaci�n. Realmente, es una herramienta completamente irreemplazable. Pablo nos dice que nuestra batalla no es contra carne ni sangre. El reino de Dios es el reino de verdad. Pablo, cuando habl� sobre ponerse la armadura de Dios para la batalla, dijo que todo se sostiene �con el cintur�n de la verdad ce�ido alrededor de su cintura� (Efesios 6:14b). Jes�s dijo: �Pero cuando venga el Esp�ritu de verdad, �l os guiar� a toda la verdad� (Juan 16:13). Sin la verdad de Dios, el creyente queda indefenso. Esa verdad incluye precepto sobre precepto de Dios en Cristo. Pero m�s all� de eso, incluye una comprensi�n de la manera en que Dios obra en el mundo a trav�s de la iglesia. Incluye una comprensi�n de los valores del reino eterno en contraste con los valores culturales de la edad que pasa. Nadie que est� carnalmente dispuesto puede comprender estas verdades totalmente. Se preparan a las personas para ellas y s�lo se instruyen en ellas a trav�s del Esp�ritu Santo. �l usa a otros creyentes y maestros, pero la verdad no puede comprenderse sin �l. Vacilo en decirlo porque no quiero que se entienda mal, pero hay una comprensi�n intuitiva de la verdad que s�lo viene como resultado de la asociaci�n regular con el Esp�ritu de Dios. Quiz� esto puede comunicarse mediante la siguiente descripci�n. En la primavera de mi sexto a�o en la tierra, fui con mi hermano mayor y uno de sus amigos en una exploraci�n de una �rea boscosa cerca de nuestra casa en Indiana. Uno de los resultados de esa excursi�n fue que yo termin�, por accidente, en un arroyo fr�o, desbordado. A trav�s de los esfuerzos del amigo de mi hermano, fui rescatado, y vuelto a un estado consciente. Despu�s hicimos tiritando la caminata de regreso a casa por los campos. Nuestros padres y otros hermanos se hab�an ido. S�lo nuestra abuela paternal que viv�a con nosotros estaba all�. Mi memoria de ella era de una persona anciana gru�ona. Ella cuid� de m�, sec�ndome y poni�ndome ropa limpia y seca, pero todo el tiempo ella refunfu�aba acerca de c�mo nosotros los muchachos no ten�amos por qu� irnos as�, c�mo �bamos a ser la causa de su muerte, y sucesivamente. Me puso entonces en el sof� de la sala y me cubri� con una manta. Mientras me dejaba dominar por el sue�o, me puse a pensar acerca del mundo fr�o y oscuro en que viv�a. Fui despertado tiempo despu�s de un sue�o muy profundo consciente de que mi cuerpo estaba en una posici�n diferente y que alguien estaba diciendo mi nombre una y otra vez. Cuando despert� totalmente, me encontraba en los brazos de mi madre. Ella estaba diciendo mi nombre repetidamente y preguntando si estaba bien. Acariciaba mi cabello hacia atr�s con su mano y besaba mi cara. Hab�a l�grimas en sus ojos. �Entiende usted que hab�a una verdad acerca de la presencia de mi madre que literalmente transform� esa situaci�n? De repente, el mundo no era tan oscuro y temeroso. Estaba soleado y luminoso, y era bueno estar vivo. De igual manera, el Esp�ritu comunica una verdad de Cristo que da vida y da testimonio internamente del amor de Dios. El Esp�ritu tambi�n equipa al creyente con poder. Jes�s estaba interesado en que sus seguidores conocieran ese poder. �l les orden�, en realidad, que no lo sirvieran hasta que hubieran recibido ese poder en la persona del Esp�ritu. En el libro de Los Hechos, el poder proporcionaba dos resultados. Hab�a una intrepidez que permiti� a los disc�pulos superar su miedo de testificar, y hab�a una efectividad que caracteriz� su ministerio. Cuando testificaban, los que eran atra�dos por el Esp�ritu eran salvos. Cuando oraban, las cosas que ped�an eran cumplidas, y hab�a un aumento de la presencia del Esp�ritu Santo y la unidad del cuerpo. Si usted observa el mal uso del poder de la personalidad humana, entender� por qu� el poder del Esp�ritu templado por la verdad de Cristo y ejercido s�lo por el Esp�ritu mismo. Nunca fue el control del poder divino entregado a la agencia humana. Otra herramienta de capacitaci�n del Esp�ritu fue la entrega de habilidades a los miembros del cuerpo de Cristo para construir y unificar el todo. Estas �habilidades� se mencionan en 1a Corintios 12 como dones espirituales. Su prop�sito se declara en el vers�culo 7: �Pero a cada uno le es dada la manifestaci�n del Esp�ritu para provecho.� Cualquier llamado don espiritual que magnifica al individuo o causa disensi�n en el cuerpo es muy sospechoso. As� no es c�mo opera el Esp�ritu Santo. Hay una funci�n de manejo de la vida del Esp�ritu Santo El Esp�ritu santo tambi�n tiene una funci�n de manejo de la vida que se indica por las figuras ret�ricas de vivir en el Esp�ritu y caminar en el Esp�ritu. Romanos 8:5, declara que �los que son del Esp�ritu, [piensan] en las cosas del Esp�ritu.� Y el vers�culo 9 dice, �Mas vosotros no viv�s seg�n la carne, sino seg�n el Esp�ritu, si es que el Esp�ritu de Dios mora en vosotros.� G�latas, una carta paralela con la de Romanos, agrega esta palabra: �Si vivimos por el Esp�ritu, andemos tambi�n por el Esp�ritu� (5:25). Yo entiendo que vivir en el Esp�ritu es una actitud (inclinaci�n) de franqueza a la direcci�n del Esp�ritu, y manteniendo el paso con el Esp�ritu para hacer los ajustes de momento a momento los que hacemos en respuesta a la direcci�n del Esp�ritu. Por consiguiente, hay una direcci�n espiritual consecuente de nuestras vidas diarias que nos permite que vivamos la vida a toda capacidad, as� como enfrentar cualquier dificultad que viene. �Qu� tremendo recurso para el creyente! Es un error poner el �nfasis en las obras espectaculares y ostentosas del Esp�ritu Santo descuidando la misi�n central del Esp�ritu que es ayudar al creyente en su sumisi�n diaria al se�or�o de Jesucristo. Un pasaje de la Escritura que refleja el alcance de esa ayuda es Efesios, cap�tulo 4. En ese cap�tulo encontramos este consejo pr�ctico: �Y no contrist�is al Esp�ritu Santo de Dios� (v. 30). El mensaje es el Esp�ritu que Dios est� interesado por las cosas esenciales de nuestras vidas diarias y relaciones, al punto que sus sentimientos se contristan si nosotros no respondemos apropiadamente. Hay, adem�s, integrado en este pasaje, la visi�n que Dios, a trav�s de su Esp�ritu, es un gran conservacionista. �l toma los impulsos naturales de la persona y los conserva de su corrupci�n pecadora para su uso positivo y fruct�fero. Por ejemplo, los seres humanos tienen una necesidad de comunicar. Pablo dice, �ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificaci�n� (v. 29). No hay duda alguna que los seres humanos tienen una naturaleza adquisitiva. Bajo la gu�a del Esp�ritu Santo, vemos que �El que hurtaba, no hurte m�s, sino trabaje, haciendo� lo que es bueno, para que tenga qu� compartir con el que padece necesidad.� Ciertamente, el Esp�ritu Santo est� involucrado en ayud�ndonos a manejar las debilidades de la carne as� como las oportunidades de la vida que vienen en nuestro camino. Un hombre de negocios exitoso que tiene toda medida de lo que el mundo considera importante, se pone inquieto y descontentado, y siente que algo est� faltando. Su b�squeda lo lleva finalmente a la fe de su juventud y de su familia. Se arrodilla en arrepentimiento y fe ante la cruz de Cristo y encuentra alivio. Es la obra del Esp�ritu Santo. Un obrero de construcci�n pendenciero que ha sido el guardaespaldas personal de un l�der de una pandilla callejera entra en una misi�n una noche y es transformado gloriosamente en un dulce de esp�ritu que sus compa�eros anteriores no pueden reconocer. Es la obra del Esp�ritu Santo. Una peque�a congregaci�n de creyentes se une en esp�ritu y amor y prop�sito. Empiezan a proyectarse a una comunidad que hasta ahora no les hab�a prestado atenci�n. La congregaci�n crece din�micamente hasta llegar a tener literalmente un ministerio e influencian mundiales para Cristo. Es la obra del Esp�ritu Santo. Una joven mujer lucha con la tentaci�n de abandonar los principios de la fe ense�ados a ella por sus padres para identificarse con las tendencias culturales de aqu�llos en su lugar de trabajo. En un momento cr�tico de decisi�n ella se siente fortalecida y es capacitada para alejarse de la tentaci�n. Es la obra del Esp�ritu Santo. Todo esto, y m�s, he visto con mis propios ojos. Por eso puedo decir con la mayor convicci�n, �creo en el Esp�ritu Santo.� Larry R. Hughes naci� y se cri� en Grant County, Indiana, EUA. �l ha servido al Se�or en el ministerio pastoral, ense�ando en la universidad, y como conferenciante b�blico. Larry dice: �Hace tres a�os que entr� en la experiencia de la tierra de Cana�n. Los veteranos estaban equivocados en su tipolog�a. La experiencia de la tierra de Cana�n no es la santificaci�n ni el cielo; �es la jubilaci�n! �Que siga fluyendo la leche y la miel!� Semana 5��Efesios 1:18�23; 2:1-22 Una iglesia en la que vale la pena creer Por Jerry G. Pence Enfoque: Creo en la Iglesia �Cree usted en la Iglesia? �Casi nos hemos dado por vencidos,� dijo una abuela de sesenta y algo. �Mi marido y yo donamos nuestro tiempo y talentos y miles de d�lares a la congregaci�n donde �ramos miembros. Pero el nuevo pastor cambi� la m�sica y el estilo del culto y dijo que a cualquiera que no le gustara tendr�a que aceptarlo. Supongo que todo ese sacrificio para que �l pudiera tener un lugar para predicar no significa nada. Si el pastor no nos necesita, entonces supongo que tampoco nosotros no necesitamos la Iglesia.� Las personas privadas de sus derechos se preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. �Yo prob� esa cosa de la iglesia hace un rato,� dijo un monopatinador joven a un amigo. �Pero las personas echaron una mirada a mis tatuajes y perforaciones y actuaron como si yo no existiera. Me gust� la funci�n, pero detesto que la gente que me juzgue con sus ojos. �Por qu� debo ir de nuevo?� Las personas defraudadas se preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. Los medios de comunicaci�n de hoy pintan cuadros de la Iglesia con verg�enza y sospecha debido a las fechor�as de unos cuantos lobos en piel de oveja. Un reportero de la televisi�n obtuvo una respuesta sorprendente mientras entrevistaba a un hombre que fue molestado cuando era un ni�o por el sacerdote de la parroquia. �Yo no creo en la Iglesia,� dijo el hombre amargamente al periodista. �Mi fe est� en el fiscal y la polic�a y los tribunales para mi salvaci�n.� Las personas desilusionadas dudan si vale la pena creer en la Iglesia. El cr�tico de drama americano y ensayista Brooks Atkinson era esc�ptico acerca de la necesidad de la religi�n organizada. �Yo no tengo ninguna objeci�n a las iglesias entretanto no interfieran con el trabajo de Dios,� dijo �l una vez. Las personas incr�dulas debaten si vale la pena creer en la Iglesia. �El problema no es la hostilidad hacia la iglesia,� declar� William Barclay, �es la indiferencia. Para muchos la Iglesia es absolutamente no pertinente; no vale la pena criticarla siquiera, es simplemente para no ser tomada en cuenta.� Las personas desinteresadas ni siquiera preguntan si vale la pena creer en la Iglesia. Para algunos es dif�cil creer en la Iglesia porque tienen problemas con la autoridad. Otros son absolutamente sospechosos de las instituciones. Algunos rechazan la Iglesia porque exigen un grado de perfecci�n de otros que ellos nunca se impondr�an a s� mismos. Algunos han sido espiritualmente heridos. Muchos m�s est�n simplemente demasiado consumidos con los asuntos diarios para prestar alguna atenci�n a asuntos del alma. Cualquiera la raz�n para las vacilaciones de las personas, �stos son de hecho d�as problem�ticos para la Iglesia. Son d�as de esc�ndalo, escrutinio, escepticismo y burla. Son d�as de distracciones, deserciones, divisiones y decisiones. Son d�as de desaf�os, cargos, cambios y opciones. Son d�as de choques de culturas, guerras de culto, amnesia hist�rica y anemia espiritual. Algunas de estas crisis son causadas por la misma Iglesia. Otras se deben a factores totalmente fuera de su control. A�n as�, los d�as de problemas tambi�n pueden verse como d�as de promesa: �stos son d�as de timidez, quebrantamiento, vac�o e indigencia que hacen a muchas personas espiritualmente reflexivas. �stos son d�as de so�ar, anhelar, buscar y esperar que hace a muchas personas m�s espiritualmente receptivas. �stos son d�as de franqueza, opciones, optimismo y oportunidad que hacen a muchas personas espiritualmente sensibles. Entonces� �qu� tipo de Iglesia debe ser para que valga la pena creer en ella? La carta a los Efesios en el Nuevo Testamento proporciona algunas pistas. Seg�n el Ap�stol Pablo, Vale la pena creer en un Iglesia que desaf�a el infierno (Efesios 1:18�23; 2:1�2, 6�7). El infierno est� interesado en la Iglesia, aun cuando algunas personas no. Eso es porque la Iglesia es la mayor amenaza para el infierno. Pablo hizo una declaraci�n asombrosa en Efesios 1:18-21. �l declar� que la supereminente grandeza del poder de Dios, resucit� a Cristo de los muertos " sent�ndole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y se�or�o, y sobre todo nombre que se nombra, no s�lo en este siglo, sino tambi�n el venidero.� No s�lo ha sido el infierno eclipsado ahora por el se�or�o de Cristo, tambi�n ha sido humillado por �l, porque seg�n los vers�culos 22 y 23, Dios "someti� todas las cosas��que incluye el infierno��bajo sus pies y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo. . . .� �La l�nea de fondo? �Satan�s est� perdiendo su agarre! Efesios 2:2 nos recuerda acerca de un pasado cuando todos est�bamos bajo el dominio del �pr�ncipe de la potestad del aire��uno de los nombres de Pablo para el diablo. En otras palabras, Satan�s pod�a controlarnos y usarnos. A trav�s de la Biblia, se le describe como un enga�ador, un mentiroso, un le�n rugiente que busca devorar las almas. Se obtiene la palabra �diab�lico� de la palabra griega�di�bolos. Es una palabra que identifica a Satan�s como un acusador siniestro y divisor. Intenta sembrar duda y disensi�n por todas partes porque �dividir para conquistar� es su estrategia m�s eficaz para controlar a las personas. Causando divisi�n, Satan�s puede batallar contra grupos o individuos debilitados y derrotarlos con efectividad innegable. Confiadamente, sin embargo, la Biblia dice, �Para esto apareci� el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo� (1a Juan 3:8). �C�mo? Usando la Iglesia para acabar con el poder de Satan�s de dividir y conquistar. �Sabe qu�! As� como Dios levant� a Jes�s y le dio autoridad suprema, �l ha hecho lo mismo para nosotros. Escuche a Pablo en Efesios 2:6��Y juntamente con �l nos resucit�, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jes�s. . . � (�nfasis agregado). Las puertas del infierno no pueden prevalecer contra la Iglesia porque el poder todopoderoso, creador de vida, aplastador del pecado, desafiador del infierno del mismo Dios est� operando a trav�s de ella. La Iglesia asciende a pesar de lo peor que el infierno le lanza. Incluso cuando la debilidad humana y el mal juicio de algunos de sus representantes causan problemas y dolor para la Iglesia, el infierno no ha ganado. Las palabras de Horace Bushnell de hace 150 a�os todav�a son ciertas��La persecuci�n no ha aplastado a la iglesia; el poder no lo ha derrotada; el tiempo no ha rebajado sus fuerzas; y lo que es m�s maravilloso de todo, los abusos de sus amigos no han sacudido su estabilidad.� El infierno intent� una vez derrotar a la Iglesia, pero perdi� cuando Jes�s sali� de su tumba. La Iglesia desaf�a el infierno y el infierno la odia y la teme porque nunca puede derrotar el cuerpo de Cristo. Esa es una Iglesia en la que vale la pena creer. As� tambi�n una Iglesia que hace a santos de pecadores. Vale la pena creer en una Iglesia que fortifica la bondad (Efesios 2:10). Algunos detractores cerrar�an todas las iglesias por no hacer su trabajo porque todav�a hay pecado en el mundo. �Detendr�an ellos tambi�n la investigaci�n m�dica porque todav�a hay enfermedades? �Cerrar�an ellos todas las universidades porque algunas personas todav�a hacen cosas ignorantes o tontas? �Se librar�an ellos de todos los sem�foros porque algunas personas piensan que la luz verde significa ir r�pidamente, la amarilla ir m�s r�pidamente, y la roja nada en absoluto? Con creciente fervor, muchos pol�ticos, magnates de los medios de comunicaci�n, acad�micos y elitistas en nuestra sociedad est�n en una campa�a para marginar a las personas de la iglesia. Su meta es empujar la religi�n al borde distante de la vida p�blica y negarle una voz en los debates nacionales. La fe es tratada como un vestigio curioso de d�as menos ilustrados. Mientras que "la tolerancia� y �la aceptaci�n� se aclaman como la cima de los valores sociales, los mismos evangelistas de la no-discriminaci�n usan el grito de guerra de �separaci�n de iglesia y estado� como un arma sutil para minar la influencia de los cristianos. A los creyentes evang�licos, b�blicos se les marca y se les difama y se les aglomera como �extremistas religiosos� o �fundamentalistas derechistas.� Hay un viejo refr�n que dice que la Iglesia tiene muchos cr�ticos pero ning�n rival. Tan merecedora de la cr�tica como puede ser a veces�tan defectuosa por los fracasos humanos que es verdaderamente�todav�a no hay fuerza en la tierra que haga tanto bien como la Iglesia. Seg�n el escritor Neil Strait, �La Iglesia es una fuerza para bien en un mundo bombardeado por el mal. Es una fuerza para el amor en un mundo enterrado por el odio. Es una fuerza para paz en un mundo desgarrado por la violencia.� La importancia y el significado de la Iglesia no son determinados por los prejuicios de Hollywood, Washington, Madison Avenue, el Mundo de Disney, Wall Street o la universidad en la esquina. La Iglesia es significante porque Dios le ha hecho un comp�s moral y �tico para guiar al mundo a trav�s de aguas tormentosas. El Ap�stol Pablo lo dijo de esta manera en Efesios 2:10, �. . . somos hechura suya, creados en Cristo Jes�s para buenas obras, las cuales Dios prepar� de antemano para que anduvi�semos en ellas.� Hist�ricamente, fue la Iglesia que estuvo en la vanguardia de la abolici�n de la esclavitud, el tratamiento correcto del enfermo mental, el cuidado de los ancianos, el fin del trabajo infantil, la lucha de los derechos civiles y la igualdad de las mujeres. �De d�nde piensa usted que vino la idea y el primer apoyo para las escuelas p�blicas, los hospitales, los hogares para ancianos, orfanatos, universidades y agencias de socorro? Tiene raz�n si pens� la Iglesia. La Iglesia de Jesucristo mantiene la motivaci�n, la maquinaria y la mano de obra para los logros m�s duraderos, compasivos y generosos del g�nero humano. Jay Kessler, canciller de la Universidad de Taylor, ten�a raz�n cuando dijo: �Si uno pudiera poner una jeringa en el mundo y sacarle toda la influencia de �tica y moralidad y misericordia cristianas, el mundo sufrir�a una implosi�n�derrumb�ndose de su propio vac�o moral. Gracias a Dios por una Iglesia que fortifica la bondad haciendo santos de pecadores. Vale la pena creer en un Iglesia que unifica a las personas (Efesios 2:11�13). Para todos nosotros, una relaci�n rota con Dios es la ra�z de nuestros peores problemas. Pablo dijo: �. . . Acordaos de que. . . estabais sin Cristo, alejados. . . ajenos. . . sin esperanza y sin Dios en el mundo� (Efesios 2:12). Pecado por pecado, con nuestras propias manos, todos hemos construido las barreras para dejar fuera a Dios de nuestra mente y fuera del paso para seguir nuestros propios deseos. La imagen b�blica es poderosa, sin embargo. Nos muestra cu�n intolerable es esta separaci�n para Dios: �Pero ahora en Cristo Jes�s,� la Biblia dice, �vosotros que en otro tiempo estabais lejos, hab�is sido hecho cercanos por la sangre de Cristo� (Efesios 2:13). Dios no quiere que permanezcamos solos y sin esperanza. Un Iglesia en la que vale la pena creer hace la unificaci�n de las personas con Dios su misi�n primaria. Este tipo de Iglesia tambi�n une entre si a las personas. Pablo apunt� al conflicto cardinal de nosotros� contra �ellos� refiri�ndose a los cristianos de �feso como �vosotros, los gentiles� y a los jud�os como �la llamada circuncisi�n� (2:11). Los hombres jud�os llevaban en su cuerpo una marca de distinci�n que los separaba de todas las otras personas. Los marcaba como el pueblo escogido de Dios. Muchos equivocaron su condici�n jud�a como una se�al de privilegio y exclusividad, en lugar de responsabilidad misionera que Dios intento que sintieran. El resultado fue odio y separaci�n entre los jud�os y los no jud�os/gentiles. Entonces vino Jes�s. . . un hombre jud�o que tambi�n llev� la marca de Dios en su cuerpo, sin embargo, tendi� sus manos hasta el otro lado de la divisi�n racial y cultural erigida por el orgullo humano para reconciliarnos con Dios y reunirnos como hermanos y hermanas en su propia familia adoptiva. Doy gracias por una Iglesia que unifica a las personas ayud�ndolos a amarse eternamente con Dios y entre s�. Ning�n otro grupo cumple el deseo humano de pertenecer mejor que la Iglesia. Piense en ella como una familia extendida, con los mejores padres y abuelos, t�as y t�os, hermanos y hermanas y primos que uno podr�a esperar en la vida. Cu�ndo la vida se desintegra y este despiadado mundo lo tira con la basura �ad�nde puede ir una persona en busca de perd�n y ayuda para empezar de nuevo? La respuesta es �Va a la Iglesia.� Va a aqu�llos que extender�n la mano desinteresadamente en el nombre de Jes�s y simplemente dir�n, �Todos nosotros tambi�n hemos hecho desarreglos. Venga. Nosotros lo amaremos. Lo ayudaremos.� La Iglesia es una familia que acepta a las personas que han estropeado sus vidas�as� como las que han tenido �xito. C.S. Lewis tiene una interesante opini�n sobre el infierno. �l describe el infierno como aislamiento. Es la �ltima separaci�n de las personas entre s� conforme se vuelven m�s ensimismados y desinteresados en otros. Si el infierno es aislamiento, la reuni�n de las personas en Cristo es la �ltima estrategia por despoblar y destruir el infierno. La gente tiene todo tipo de agendas para sus iglesias locales. Algunos piensan que su congregaci�n debe consagrarse exclusivamente a rescatar a los pobres o indigentes. Otros dicen que el trabajo principal de la iglesia debe ser desarrollar la influencia pol�tica para acabar con el aborto y prevenir la eutanasia. Hay quienes abogan por hacer las prioridades principales de su iglesia una guarder�a o a una escuela o a un hogar de ancianos o un Bingo. Ahora, todas �stas pueden ser actividades que valgan la pena (�salvo la idea patrocinada por la iglesia de jugar por dinero!). Pero �stas no son lo que la Iglesia realmente es. La Iglesia ayuda a las personas en necesidad de recuperaci�n de adicciones, pero no se trata s�lo de recuperaci�n. La Iglesia es sensible hacia los asuntos de compasi�n, pero no es s�lo de benevolencia y ministerio social. La Iglesia se preocupa por la educaci�n y la responsabilidad c�vica, pero no es s�lo de estas cosas. La Iglesia est� para unir a las personas en Cristo. William Temple, antiguo Arzobispo de Canterbury y l�der de la Iglesia de Inglaterra, insisti� que �La iglesia existe para aqu�llos fuera de ella.� Un Iglesia en la que vale la pena creer constantemente hace m�s y mejores disc�pulos para Jesucristo�unific�ndonos con Dios y entre s�. Vale la pena creer en un Iglesia que magnifica a Cristo (Efesios 2:14�18). William E. Orchard casi habl� prof�ticamente acerca de nuestros d�as cuando dijo hace 70 u 80 a�os �pudiera necesitarse una Iglesia crucificada para presentar a Cristo crucificado antes los ojos del mundo. Los titulares de hoy son como clavos metidos en las manos y pies de la Iglesia. Son los recordatorios dolorosos que, para que el mundo vea a Jes�s m�s claramente, el pueblo de Dios debe unirse a �l en sus sufrimientos. Cristo es nuestro ejemplo de todo a lo que la Iglesia necesita volverse. Piense acerca de c�mo Pablo lo exalta en Efesios 2:14-18. Nos dijo en primer lugar que Jes�s es un derribador de barreras. En Efesios 2:14, Pablo mencion� que �l �derrib� la pared intermedia de separaci�n� entre jud�os y gentiles. Se refer�a a la pantalla de m�rmol en el Templo jud�o antiguo en Jerusal�n que segregaba el patio de los gentiles del resto de ese lugar santo. Los r�tulos montados visiblemente arriba de cada puerta gritaban a cada no-jud�o que se quedara fuera del santuario interno o exponerse a la muerte si era sorprendido entrando. Esta pared marcaba la l�nea alrededor del lugar de adoraci�n m�s santo del mundo con el solo prop�sito de alejar a las personas, en vez de invitarlas a entrar. �Pero Jes�s ten�a un plan mejor! �l soport� la violencia del castigo de muerte por el pecado para hacer una declaraci�n eterna sobre cu�n lejos est� dispuesto a ir para aceptar a todos los que queremos su amor. Su cruz se volvi� un ariete que derrib� la pared de hostilidad del pecado de divisi�n entre nosotros y Dios, y de nosotros y unos de otros. Jes�s es un rompedor de barreras. Jes�s es un portador de cargas, tambi�n. Una frase reveladora en Efesios 2:15 dice que Cristo aboli� �en su carne� la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas.� Los jud�os en los d�as de Pablo estaban orgullosos de sus rituales y sus leyes. Hasta las llamaban �las leyes de Dios,� pero Jes�s los expuso en Lucas 11:46 como cargas imposibles de llevar. Los jud�os dec�an que la salvaci�n era s�lo para aqu�llos que la ganaban guardando su ley. Jes�s, sin embargo, sab�a que nadie en la vida hab�a podido guardar la ley entera, porque su prop�sito real era ense�ar a las personas que necesitaban un Salvador. �Escudri�ad las Escrituras;� declar� �l, �porque a vosotros os parece que en ellas ten�is la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de m�; y no quer�is venir a m� para que teng�is vida.� (Juan 5:39�40). Pablo inform� a los cristianos de Galacia: �. . . la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fu�semos justificados por la fe� (3:24). Jes�s llev� la carga de la ley y sufri� en nombre de otros el castigo de la muerte violenta que prescrib�a para aqu�llos que la quebrantaban, para que nosotros pudi�ramos librarnos de sus demandas imposibles y de su maldici�n. Llevando esta carga de vivir la �nica vida que jam�s satisfizo las normas de Dios totalmente, �l abri� una puerta de amistad con Dios para nosotros y al mismo tiempo quit� la distancia entre el jud�o y el gentil haci�ndose la esperanza de vida para ambos. Pablo tambi�n exalt� a Jes�s como creador del cuerpo. Su prop�sito,� Pablo declar� en Efesios 2:15�16, era �crear en s� mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.� Jes�s junt� al jud�o y al gentil en un nuevo cuerpo y lo llam� su Iglesia. Imag�nese teniendo un trasplante de coraz�n. Parte de otra persona es ahora parte de usted. Jes�s vino y uni� a jud�os y gentiles en su cuerpo. Este nuevo cuerpo �l llam� la Iglesia. No se puede amar a Jes�s y despreciar su Iglesia. No se puede ser un creyente y rechazar su cuerpo. No se puede rendir culto a Dios y ultrajar a su pueblo. Cristo y sus seguidores son uno�por medio de �l nos reconciliamos con Dios y uno con otro. Vale la pena creer en una Iglesia que magnifica a Cristo. Y finalmente� Vale la pena creer en una Iglesia que dignifica a la humanidad (Efesios 2:21�22). Pablo se maravill� en Efesios 2:22 que la Iglesia es �una morada en la que Dios vive por su Esp�ritu Santo.� Un observador llamado Charles Heimsath una vez se le ocurri� que �El principal problema con la Iglesia es que usted y yo estamos en ella.� Otro chistoso dijo, �Si alguna vez encuentra la iglesia perfecta, no lo malogre uni�ndose a ella.� Se pensar�a que el Creador del universo tendr�a un gusto m�s que discriminador que hacer a personas como nosotros parte de su Iglesia. Todav�a, sigue siendo verdad que la Iglesia es y siempre ser� s�lo gente� personas imperfectas, da�adas por el pecado que vienen esperando la salvaci�n y de repente se ven levantados por la mano de Dios para ser algo bello y santo. La Iglesia es verdaderamente la �nica organizaci�n en el mundo en la que se reserva su membres�a para aqu�llos que no la merecen. El cantante en el Salmo 8 pregunta a Dios en el verso 4 de esa canci�n, ��Qu� es el hombre para que tengas de �l memoria?� Con asombro santo el salmista escribi�: �Le has hecho poco menor que los �ngeles.� Tr�gicamente, sin embargo, nosotros vivimos en una generaci�n que no piensa en la gente como hechos un poco menor que los �ngeles. Piensa de ellos como hechos un poco superior que los animales�un simple accidente evolutivo. El valor de una persona, seg�n esta perspectiva barata de la humanidad, depende solamente de su productividad para la sociedad. Una persona s�lo es valiosa con tal que �l o ella tengan algo que contribuir a la preservaci�n de las especies. La Iglesia, por otro lado, reclama audazmente que usted y yo somos incre�blemente valiosos para Dios. Jes�s habl� acerca de una oveja perdida lo suficientemente importante para buscar, aun cuando signifique dejar 99 otras en el aprisco. �l habl� de �ngeles en cielo regocij�ndose cuando un pecador se arrepiente. Habl� acerca de Dios que nota la muerte de peque�os gorriones y dijo: �No tem�is; m�s val�is vosotros que muchos pajarillos� (Mateo 10:29�31). Los derechos humanos no son la invenci�n de los pol�ticos; son un regalo de nuestro Creador, incluido en el valor de cada alma humana. Usted y yo somos las piedras vivas�unidas con el cemento del amor de Dios subiendo en alto al cielo como el templo en el que �l se alegra de vivir. En efecto, �l nos llama santos�gente separada exclusivamente para sus prop�sitos y placer. La Iglesia es s�lo gente�gente a trav�s de la cual Cristo misteriosamente, pero maravillosamente, hace su voluntad en la tierra. El pastor Arthur DeKruyter pregunt� una vez: "�D�nde est� la iglesia a las 11:25 el lunes por la ma�ana?� Entonces, en contestaci�n a su propia pregunta, dijo: �En el consultorio del dentista. En sal�n de ventas automovil�sticas y taller de reparaciones, y afuera en el cami�n. Est� en el hospital, en el aula, y en la casa. Est� en las oficinas, de seguros, de abogados, de bienes ra�ces, cualquier cosa que sea. All� es donde la iglesia est�, dondequiera que el pueblo de Dios est�. Est�n haciendo lo que tienen que hacer. Est�n honrando a Dios, no s�lo mientras rinden culto en un edificio, pero all� fuera.� Vale la pena creer en una Iglesia que dignifica a la humanidad. Nos hace creer que somos de tremendo valor y que juntos podemos volvernos algo eternamente grande de verdad. Hace trece siglos, San Bonifacio, un misionero cristiano a los jefes guerreros y tribus de Alemania occidental, escribi�: �En su viaje por el oc�ano de este mundo, la iglesia es como una gran nave golpeada por las olas de las diferentes tensiones de la vida. Nuestro deber no es abandonarla sino mantenerla en su curso.� �Vale la pena creer en la Iglesia? El famoso erudito ingl�s C.S. Lewis testific�: Cuando me convert� a Cristo. . . pens� que lo pod�a hacer solo, retir�ndome a mis habitaciones para leer teolog�a, y no ir�a a las iglesias y salones evangel�sticos. . . . Detestaba sus himnos, que consideraba ser mediocres poemas puestos a m�sica m�s mediocre. Pero cuando segu� adelante, vi el gran m�rito que tienen. Me enfrent� a personas diferentes de perspectivas bastante diferentes y educaci�n diferente, y entonces gradualmente mi presunci�n empez� a ca�rseme. Comprend� que los himnos (qu� eran s�lo m�sica mediocre) eran, no obstante, cantados con devoci�n y beneficio por un santo viejo con botas de hule en el banco opuesto, y entonces uno comprende que no es apto para limpiar esas botas. La pr�xima vez que usted se pregunte si vale la pena creer en la Iglesia, aseg�rese de aclarar qu� tipo de Iglesia usted quiere decir. Vale la pena creer en un Iglesia que desaf�a el infierno; fortifica la bondad en nuestro mundo; unifica a las personas dolidas por relaciones fracturadas; magnifica a nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo; y dignifica a todos los que est�n dispuestos a participar del plan y prop�sito santos de Dios. El Dr. Jerry Pence es Director General de Evangelizaci�n y Crecimiento de la Iglesia para su denominaci�n, habiendo servido tambi�n como pastor y superintendente del distrito. �l y su esposa, Calene, viven en Indian�polis, Indiana, EUA, cerca de sus dos hijos adultos, Kris y Kory. Semana 6��Miqueas 7:18�20 El perd�n de los pecados Por Earle L. Wilson Enfoque: Yo creo en el perd�n Hay un tema que nos involucra a todos, sin excepci�n: el perd�n de los pecados. �Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apart� por su camino� (Isa�as 53:6). Una de las caracter�sticas m�s llamativas de la predicaci�n apost�lica era esto: comunicaba a hombres y mujeres la maravillosa experiencia de ser perdonados. Habr� notado usted el hecho inmensamente significante que la mayor�a de las expresiones l�ricas de poes�a y doxolog�a en ambos testamentos celebra el perd�n. ��Qu� Dios como t�...?� Exclama Miqueas (Mi. 7:18), desafiando en nombre de Jehov� toda la pompa imperial de las terribles deidades de las naciones. Pero la importancia extraordinaria de esa jubilaci�n prof�tica yace en las palabras que siguen inmediatamente, qu� muestra la acci�n caracter�stica del Dios de Israel dentro de la historia. No, qu� Dios como t� que vuela en alas del viento y andas sobre las alturas de la tierra. No, qu� Dios como t� que confunde las artima�as del pecador y tienes al malo en escarnio. Sino esto, ��Qu� Dios como t�, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. �l volver� de tener misericordia de nosotros. . .� (Miqueas 7:18�19). Esto, declaran los escritores de las Escrituras a una voz, es su corona de gloria--la �ltima maravilla. Nada de extra�o que Samuel Davies cantara y nos hiciera cantar: Gran Dios de maravillas, todos tus caminos, Son dignos de t� ser divino. Pero las glorias de tu gracia, Brillan m�s que tus otras maravillas. Qui�n es un Dios perdonador como t�, �O qui�n tiene gracia tan rica y libre? La verdadera profundidad de la concepci�n cristiana del perd�n, y el esplendor esencial de la experiencia cristiana, se descubre s�lo a aqu�llos que han enfrentado y respondido por lo menos a tres principios y preguntas ineludibles. En una forma u otra, estas preguntas se repiten continuamente. No s�lo frecuentan el pensamiento de los te�logos sino tambi�n la lucha humana de siempre con la tentaci�n. Confrontan a cada nueva generaci�n y a cada alma individual, y exigen una respuesta. En particular se levantan, aunque sea inarticuladamente, de cada congregaci�n reunida y se arrojan anhelosamente de aqu� a all� fervorosamente. A veces puede ser con una desesperaci�n apasionada en la persona que tiene que hablar a sus compa�eros en nombre de Dios. �Estas preguntas y sus respuestas detallan para nosotros el sistema teol�gico de la salvaci�n llamado soteriolog�a--�c�mo es que Dios nos salva? �La primera pregunta es esta: es necesario el perd�n? �Es necesario el perd�n? Suponga que anunciamos a una persona que lo esencial acerca del evangelio es su ofrecimiento de perd�n. De hecho, suponga que lo hacemos en las palabras de San Pablo: �Si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo� (2a Co. 2:10). Suponga que �l replica: �Debe haber un error. Cristo ha venido a la direcci�n equivocada. �Perd�n? �Para m�? �Por qu� lo necesito? Sin duda hay suficientes que han errado y han hecho un embrollo de las cosas, por eso es que el mundo est� en esta lamentable condici�n. �Pero, yo? �Qu� he hecho yo para que tenga que perdonarme?� �Cu�l es la contestaci�n apropiada para tal persona? Obviamente, hay los que no creen en el perd�n de pecados porque no creen en la realidad del pecado. De manera que para contestar a la pregunta de si el perd�n es necesario, debemos empezar muy atr�s con el asunto del pecado. Y a esa sugerencia algunos responder�an con un desaf�o arrogante y descarado: ��Pecado? Ciertamente no ir� a resucitar a ese viejo cuco.� El pecado se ve como la vieja tonter�a de un calvinismo antediluviano. Y aun cuando concedemos el hecho del pecado humano, �Abana y Farfar, r�os de Damasco, �no son mejores que todas las aguas de Israel?� (2a Reyes 5:12). ��No es nuestro humanismo nativo mejor que el Jord�n pasado de moda? Sea sensato. �Piensa usted que al poder detr�s del universo le va a importar c�mo yo escojo manejar mi vida? Tiene m�s que hacer.� La reacci�n com�n es que Dios palmear� la espalda del pecador un d�a y dir�: �Vamos, vamos. Yo s� que no quisiste hacerlo. No eres tan malo. El perd�n no es necesario.� �Gu�rdalo para aqu�llos que lo quieren,� nos dicen, �pero por favor no me lo ofrezca a m�.� El hecho es que culturas, sociedades, comunidades, naciones, y civilizaciones han ca�do porque sostuvieron el rom�ntico mito del progreso inevitable. �Ninguna acumulaci�n de evidencia contradictoria,� dice Reinhold Niebuhr, �parece perturbar la buena opini�n que el hombre moderno tiene de s� mismo.� Se cuenta la historia de Federico el Grande, qui�n una vez escuch� un serm�n que desahogadamente glorificaba la idea del progreso. El hombre era una criatura maravillosa que pronto se ocupar�a de su salvaci�n y har�a de la tierra un para�so. Pero Federico, crecientemente impaciente, oy� con desd�n esa ociosa charla y murmur�: �Se ha olvidado del puro diablo en el coraz�n humano, las pasiones an�rquicas del alma.� �Qu� de la persona que minimiza el pecado y niega que el perd�n sea necesario? Incluso esta persona tiene punzadas moment�neas de inquietudes y auto acusaci�n. �La mala conciencia,� escribe Brunner, �es como un perro encerrado en el s�tano a causa de su h�bito tedioso de ladrar, pero est� continuamente observando para entrar en la casa prohibida para �l y puede hacerlo en el momento en que su due�o relaja la vigilancia.� La mala conciencia siempre est� ah�. Es cr�nica, pero hombres y naciones parecen lograr un grado asombroso de �xito reparando su complacencia da�ada e imponiendo silencio a su conciencia intranquila. �Tenemos iglesias,� escribi� a P.T. Forsyth, �de las mejores y m�s amables personas que no tienen nada apost�lico o misionero, que nunca conocieron la desesperaci�n del alma o su gratitud sin aliento.� Una vez que se ha hecho a un lado, racionalizado el pecado, una doctrina de perd�n siempre parecer� superflua y no pertinente. Nuestra tarea es proclamar comprensiblemente al mundo el juicio y la misericordia del Se�or, y al hacerlo demostrar la necesidad del perd�n. El caos del mundo. Hay tres hechos de la vida y de la historia humana que demuestran la necesidad del perd�n. El primero es el caos del mundo. Si algunos te�logos han intentado desechar la idea del pecado original, los reporteros de noticias que escriben sobre la situaci�n actual est�n exponiendo la doctrina que yace profundamente en la conciencia del g�nero humano. El editor de un peri�dico, al hacer un comentario sobre un acto de cruel tortura y asesinato que hab�a sido cometido por tres muchachas adolescentes contra un compa�ero de clase, y buscando una raz�n de por qu�, dijo: �Son j�venes sin almas. Su generaci�n los ha ense�ado que nada es malo y nada es correcto.� Estamos siendo testigos hoy de c�mo el fracaso moral de una generaci�n vac�a la visi�n moral de la pr�xima. El hecho es innegable. El mundo entero est� enclavado en una gran dificultad tr�gica de pecado. Como dijera Juan: �El mundo entero est� bajo el maligno� (1a Juan 5:19). El dilema del hombre es c�smico--el reino del pecado. No podemos desligarnos del problema. Considere la distorsi�n y la diablura del mundo; la disposici�n que es pecadora, y el prejuicio que estorba el esp�ritu. Ninguna persona que haya confrontado el caos del mundo puede mantener honestamente la pretensi�n mucho tiempo de que el perd�n es innecesario. El car�cter de Cristo. El segundo argumento que demuestra la necesidad del perd�n es el car�cter de Cristo. �Quiz� yo no sea un santo, pero soy tan bueno como cualquiera otro,� dice alguien. Esa declaraci�n podr�a tener alguna validez cuando uno se compara con otro. Pero el argumento se encoge cuando Jes�s se le acerca, porque ��l tiene una belleza diaria en su vida que me hace feo,� dijo Cassio. Agust�n, en sus a�os tempranos en la Universidad de Cartago, era un joven condescendiente consigo mismo, lleno de complacencia y transigencia. �Cantaban alrededor de m� en mis o�dos,� dijo �l, �un caldero de amores imp�os.� Un d�a, sin embargo, Jes�s cruz� su camino y �l fue humillado hasta el polvo. �Me alcanzaste,� llor� Agust�n, �por detr�s, a mis espaldas, donde yo me hab�a puesto todo el tiempo que prefer�a no verme, y t� me pusiste ante mi cara para que viera cu�n vil era yo. Me vi y me horroric�.� �Entonces, vuelto el Se�or,� anota el evangelista, �mir� a Pedro; y Pedro record� la palabra del Se�or que le hab�a dicho� (Lucas 22:61). Y este hombre fuerte sali� y llor� como un ni�o. El orgullo es deshecho por la santidad de Cristo. La anarqu�a de la persona con pretensiones de superioridad moral se derrumba. �D�nde est�, entonces, la persona que pueda traer su vida a la blanca luz del car�cter de Jes�s esa nobleza sin igual, esa espiritualidad sin medida, y que todav�a piense que no tiene nada de qu� ser perdonado? La cruz de nuestro Se�or. Si el caos del mundo y el car�cter de Cristo no demuestran suficientemente que todos necesitan el perd�n, la cruz de nuestro Se�or tiene que hacerlo. El Dr. E. Stanley Jones cont� la conversi�n de un hombre que era oficial gubernamental en la India. Su trabajo lo llevaba fuera de casa, y all� era tentado y entr� en toda manera de deshonestidad y verg�enza. Con el paso del tiempo, la carga de la culpa lo atorment�. Un d�a llam� a su esposa a su habitaci�n y empez� a revelarle toda la infeliz historia. Cuando se dio cuenta del significado de sus palabras, ella se puso p�lida como la muerte, tambale�ndose cay� contra la pared, apoy�ndose all� con l�grimas en su rostro como si hubiera sido azotada con un l�tigo. �En ese momento,� dijo �l despu�s, �yo vi el significado de la cruz. Vi el amor crucificado por el pecado.� Y cuando hubo terminado, y ella le dijo que todav�a lo amaba y no lo dejar�a, y que ella lo ayudar�a a una nueva vida, era la conversi�n�la salvaci�n. Karl Barth lo puso as�: �el Pecado nos abrasa cuando viene bajo la luz del perd�n, no antes, el pecado nos abrasa entonces.� Lo que hizo la predicaci�n apost�lica fue mostrarnos a todos el significado de la cruz y nuestra propia aportaci�n en ella. �Como especie,� dijo Forsyth, �no somos ni siquiera ovejas descarriadas o pr�digos errantes, somos rebeldes capturados con las armas en las manos.� No debemos laborar bajo la noci�n equivocada de que en las corrupciones del mundo, en los odiosos males que han llevado a millones a la miseria, en las cosas en las que la cristiandad no tiene parte, que nuestras manos est�n limpias. Las cosas que crucifican a Cristo y arruinan al mundo entero son los pecados comunes de todos los d�as: el egocentrismo, el orgullo, la apat�a, el cinismo, la flojedad, la falta de bondad, la oportunidad desaprovechada, el compromiso lastimoso --estos son los clavos y la lanza y la cruz. �Negar� alguien, con Jes�s colgado all�, que el pecado sea el enemigo cr�tico, la cosa m�s peligrosa e insaciable en el mundo, y que uno necesite ser perdonado personalmente? Yo creo que hemos contestado a la primera pregunta con cierto grado de minuciosidad. �Es necesario el perd�n? De hecho, es necesaria para todos. Y hay una segunda pregunta: �Es posible el perd�n? �Es posible el perd�n? Que el efecto sigue autom�ticamente a la causa es el argumento de la humanidad. �Lo que el hombre sembrare, esto tambi�n segara,� declaran las Escrituras. �Como tiende el hombre su lecho, as� yace en �l,� es la noci�n popular. �El hombre llevar� las consecuencias de su acci�n; el pasado, pasado es y est� fuera de su control,� declare la mayor�a. Hay verdad obviamente, en todos estas declaraciones. La pregunta es, �d�nde puede entrar posiblemente el perd�n? �sta es la lectura l�gica de la situaci�n humana. Cada hecho malo lanzado en la corriente de la vida es como una piedra echada en el r�o. Las ondas se extienden en c�rculos extendidos sin detenerse hasta que llegan a la orilla m�s lejana. As� se propaga el mal. Antes de que el pecador sepa lo que ha pasado, el pecado se ha perdido de vista y est� fuera de control. �C�mo puede entrar el perd�n redentor en tal situaci�n? Pareciera no haber ninguna apertura en absoluto para �l. �ste es el miedo de la vida y la literatura. De S�focles a Shakespeare el testimonio es el mismo -- no hay camino para regresarse donde se empez�. Ese d�a, hace a�os, usted hizo su elecci�n, y hoy est� quemando sus manos. Le gustar�a tirarlo, pero no puede. �De cierto os digo que ya tienen su recompensa,� dijo Jes�s.� Lo tr�gico del pecado no es que falle su meta, sino precisamente que tiene �xito. Nosotros razonamos que el hombre debe escoger; y obtiene lo que ha escogido y termina encadenado a ello. "Dios acepta la emancipaci�n del hombre de �l,� dijo Brunner, �y lo carga con su peso.� �El que es injusto, sea injusto todav�a,� dice Apocalipsis. El dedo escribe y habiendo escrito: Se va; ni toda tu piedad ni ingenio Lo atraer� para cancelar media l�nea. Ni todas las l�grimas borrar�n una sola palabra. As� es que la idea ha sido profundamente arraigada en la mente de muchos que el perd�n no es posible. Pero nosotros sabemos que es posible con tal que entendamos qu� es el perd�n. �Y eso nos lleva a una tercera pregunta: �Qu� es el perd�n? �Qu� es el Perd�n? El perd�n involucra tremendamente tres realidades: absoluci�n, pureza, y un proceso de vida. �Absoluci�n! El perd�n significa un nuevo comienzo, otra oportunidad, un nuevo rengl�n -- es el levantamiento de la carga, la cancelaci�n de la deuda -- la respuesta de Dios al lamento de una conciencia torturada. �Ten piedad en m�, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones,� or� al Salmista. Los escritores del Nuevo Testamento saltan sobre sus pies y hacen bocina con sus manos para gritarlo; c�mo expresar esta verdad maravillosa con la ruina del discurso humano. �Buenas nuevas! Hay perd�n en Dios. Hay una tierra de nuevos comienzos. Hay una fuente llena de sangre, Que fluye de las venas de Emmanuel, Y los pecadores sumergidos all�, Pierden todas sus manchas de culpables. Pierden todas sus manchas de culpables. El perd�n es la palabra que resuena como m�sica a trav�s de todo el Nuevo Testamento. Fue el impulso en el que la iglesia naci�. Era lo que los primeros cristianos predicaron cuando entraron en el mundo griego fatalista, pesimista y lleno de miedo. �El fatalismo es una mentira,� clamaron ellos, "Dios nos da otra oportunidad.� Celso, el fil�sofo griego, escarneci� el �ra�do� movimiento cristiano: "Todos los otros maestros,� dijo �l, �llaman a s� las mejores personas, el habilidoso y el bueno, pero este loco de Jes�s llama a s� al vencido y al quebrantado, a la plebe y a lo postrimero, a los fracasados y a la escoria.� Pero, lejos de avergonzarse por eso, la iglesia se glori� en ello. �S�, es verdad,� dijeron ellos. �Cristo toma lo roto y derrotado, pero no los deja as�. De los fracasados que t� desechar�as �l las hace personas nuevas. �stas son las buenas nuevas: ahora tenemos redenci�n por medio de su sangre incluso el perd�n de los pecados.� �Pureza! Debemos ir m�s all�, sin embargo, en la definici�n del perd�n. No ser�a apropiado detenerse con la absoluci�n, grande como es. Darle una nueva oportunidad a una persona sin un nuevo coraz�n; perdonar el mal sin destruir el mal; absolver a las personas sin levantarlas; ser�a desmoralizarlos. Estimular�a a pecar con impunidad y hacer de la gracia de Dios un c�mplice continuo del mal. A veces nosotros acusamos a nuestros amigos cat�licos romanos de eso. Una persona va a confesi�n, obtiene la absoluci�n, despu�s sale y peca de nuevo porque el perd�n le ha venido demasiado barato. Nuestros amigos lo resienten, y debidamente, porque eso no es lo que la iglesia cat�lica romana ense�a. Sin embargo, ilustra un punto de vista menos que cristiano y demasiado com�n en la historia de ambas tradiciones, la protestante y la cat�lica, que es pensar del perd�n en condiciones que se refieren a la seguridad o a la protecci�n y dejar en libertad a los individuos de las consecuencias del pecado sin salvarlos del propio pecado. Hay dos teor�as mayores del perd�n que han descendido por los siglos, simbolizadas por dos dignas profesiones, la ley y la medicina. El abogado piensa en t�rminos legales. Dios, para �l, es el gran juez, y el hombre es un prisionero ante el tribunal de la justicia divina, despu�s de haber quebrantado la ley de Dios. Cristo representa al abogado de la defensa, defendiendo el caso del pecador, cancelando su deuda. El concepto legal ha sido por mucho tiempo un enfoque dominante del perd�n, y debidamente. Podr�a argumentarse que Pablo que era el enlace entre el mundo hebreo y el griego entr� en las ciudades del imperio romano y tradujo la cristiandad de una concepci�n hebrea a modelos romanos de pensamiento. Su idioma era a menudo el idioma legal porque la mente romana era una mente legal. El argumento de la Ep�stola a los Romanos es de justificaci�n por la fe, de c�mo Dios puede ser justo y ser todav�a el justificador del inicuo. A pesar de la Reforma, hemos heredado m�s o menos esa noci�n legal del perd�n. En parte porque la Iglesia Cat�lica Romana tom� la doctrina del perd�n y edific� un sistema sacramental detallado alrededor de �sta--la adorn� con la idea de premios, multas, penitencias, purgatorio, confesiones, absoluciones--y la gran verdad fue obscurecida por la misma maquinaria eclesi�stica que fue dise�ada para promoverla. No obstante, no debemos desechar el lenguaje de tribunal de justicia cuando pensamos en el perd�n. El aspecto legal del perd�n es v�lido. Todav�a necesitamos ir m�s all� y detr�s de ello para descubrir que Cristo no s�lo vino a salvarnos del castigo del pecado, pero del pecado mismo. Por eso la profesi�n m�dica tiene una analog�a quiz� mejor para entender el significado del Nuevo Testamento para el perd�n. El m�dico no piensa en condiciones de la ley sino de la vida. El pecado, para �l, es una enfermedad que destruye la vida. El perd�n es la cura para el pecado--la infusi�n de nueva vida para echar fuera el mal y restaurar la salud y la cabalidad. Cuando uno lee el Nuevo Testamento, descubre que Jes�s no prest� atenci�n al sistema de sacrificios del Templo. �l obtuvo el apodo de �el gran M�dico.� Parec�a no prestar atenci�n a la noci�n legal. De hecho, A menudo ten�a que chocar con las mentes legales para obrar su cura. Trajeron ante �l a una mujer tomada en el pecado. �La ley dice que merece la muerte, �qu� dices t�?� Preguntaron ellos. �l no contest�. Inclin�ndose, escribi� en la tierra. Cuando levant� los ojos, se hab�an ido. Nadie estaba all�, s�lo la mujer. ��D�nde est�n tus acusadores? �Nadie te ha condenado?� �Nadie, Se�or,� contest� ella. �Ni yo te condeno, vete y no peques m�s.� Sus acusadores hab�an salido a salvar una ley. �l hab�a salido a salvar una vida. El perd�n significa absoluci�n, una oportunidad nueva --y pureza, una nueva vida. �El proceso de vida! El perd�n no trata con una persona simplemente en lo que se refiere a la absoluci�n y la pureza; es el arma cristiana para la redenci�n social. Hay sesenta y dos palabras para perd�n en el Nuevo Testamento. Veintid�s veces significa perd�n para otros. Sin eso, de hecho, no hay perd�n para nosotros. Sospecho que usted est� pensando ahora en la historia que Jes�s exager� deliberadamente. Un esclavo deb�a diez mil talentos (diez millones de d�lares), una cantidad imposible de reintegrar. Rogando de rodillas por misericordia, �l fue perdonado y, entonces, a pesar de la misericordia mostrada a �l, fue derecho de sus rodillas a retorcerle el cuello a un consiervo pobre que le deb�a veinte d�lares. Jes�s cont� la historia para mostrar que las personas no son perdonadas si ellos no perdonan; que no tienen ning�n parentesco con el Padre a menos que tengan el esp�ritu del Padre. No hab�a nada legal en su pensamiento. El mensaje est� claro: si usted no perdona, Dios no lo perdonar� a usted. �l estaba pensando en la corrosi�n del alma humana que alberga odio y resentimiento hacia otro, y que es imposible que la gracia de Dios viva en un alma que no tiene gracia. Pedro quiso mantener el perd�n un asunto legal y de estad�sticas: �Se�or, �cu�ntas veces perdonar� a mi hermano que peque contra m�? �Hasta siete?� Sab�a que ten�a que ser m�s de tres que eran la concesi�n de costumbre bajo la ley. Y Jes�s le dijo: �Pedro, no hay l�mite para el perd�n. No siete veces, sino setenta veces siete--cuatrocientas noventa veces.� �sta es la estrategia del evangelio. Vamos al mundo como personas que han sido perdonadas de una deuda que nunca podr�amos pagar. Y vamos armados con el esp�ritu de perd�n para sanar las heridas, corregir los males, y cambiar las relaciones fracturadas. La oscuridad no puede echar fuera la oscuridad; s�lo la luz puede. La ignorancia no puede echar fuera la ignorancia; s�lo el conocimiento puede. El mal no puede echar fuera el mal; s�lo la bondad puede. �Me pregunto! �Necesitamos empezar aqu� con el perd�n? �Padre, perd�nanos, como nosotros perdonamos a los dem�s.� El Dr. Earle Wilson es un Superintendente General de La Iglesia Wesleyana, sirviendo en esa capacidad desde 1984. Su ministerio ha incluido el servicio como pastor y presidente de una Universidad B�blica. �l y su esposa Sylvia tienen tres hijos y ocho nietos. Earle y Sylvia viven en Indian�polis, Indiana, EUA. Semana 7��Juan 11:21-27 Es cuesti�n de vida y muerte Por Wayne Schmidt Enfoque: Creo en la vida eterna Hay ciertos vers�culos de la Biblia que lo hacen rascarse la cabeza un poquito la primera vez que se leen. Uno de ellos se encuentra en el libro del Antiguo Testamento, Eclesiast�s, cap�tulo 7, vers�culo 2: �Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete.� En otras palabras: ��Mejor es ir a un entierro que a una fiesta!� Desde que no hay muchas personas que se dedican a llenar sus agendas sociales con entierros, uno no puede menos que maravillarse acerca de lo que el autor de Eclesiast�s ten�a en mente. Pero no nos deja con la curiosidad por mucho tiempo, porque sigue diciendo: �Porque aquello [la muerte] es el fin de todos los hombres, y el que vive que lo pondr� en su coraz�n.� Es un consejo extra�o, pero los entierros pueden ser eventos iluminadores. Los pastores tienden a pasar m�s tiempo en entierros que la persona promedio. Cuando se est� en una casa f�nebre, si uno escucha cuidadosamente a los que amaron al difunto, uno puede aprender mucho acerca de c�mo piensan las personas de la vida--y la muerte. Se puede saber si hay relaciones tirantes. Uno puede darse cuenta de si la familia sobre enfatizaba lo material --los argumentos sobre �qui�n obtendr� qu� ya pueden haber empezado. Y, se puede saber si hay esperanza. No la falsa esperanza que algunos generan en un esfuerzo para anestesiarse contra su p�rdida dolorosa, pero la verdadera esperanza basada en una relaci�n personal con Jesucristo, la esperanza que confesamos en el Credo de los Ap�stoles cuando confesamos nuestra fe en �la resurrecci�n del cuerpo; y la vida eterna.� Jes�s visit� una �casa de luto� un d�a como la menciona Eclesiast�s. Su visita sigui� el entierro de un amigo personal de nombre L�zaro. Su respuesta a la muerte de su amigo, y al pesar de la hermana de L�zaro, Mar�a, se registran en el vers�culo m�s corto de la Biblia. Simplemente dice: "Jes�s llor� (Juan 11:35). Algunos de los jud�os que se hab�an congregado en la casa para confortar a la familia se emocionaron al ver el amor genuino de Jes�s por su amigo. Pero debi� haber sido un poco embarazoso para Jes�s. Algunos de los que estaban all� cre�an que �l era responsable de la muerte de L�zaro. Por lo menos, la pudo haber impedido. Despu�s de todos, Jes�s hab�a sido informado que L�zaro estaba enfermo pero no hizo ning�n esfuerzo para llegar a �l r�pidamente. La hermana de L�zaro, Marta, salud� a Jes�s con estas palabras: �Si hubieses estado aqu�, no habr�a muerto mi hermano.� Algunos de los jud�os compart�an su lamento, pero quiz�s por motivos menos admirables. Ellos intervinieron con: ��No pod�a �ste, que abri� los ojos al ciego, haber hecho tambi�n que L�zaro no muriera?� En medio de esta situaci�n embarazosa, Jes�s revela el fundamento para la verdadera esperanza ante la muerte: �Yo soy la resurrecci�n y la vida; el que cree en m�, aunque est� muerto, vivir�. Y todo aquel que vive y cree en m�, no morir� eternamente. �Crees esto?� (Juan 11:25�26). Mientras que Jes�s reconoci� la realidad de la muerte, �l dio �nfasis a la esperanza de la resurrecci�n y la vida eterna. �l tambi�n nos dice c�mo podemos recibir esa esperanza. La realidad de la muerte y la vida Un examen cercano a la declaraci�n de Jes�s deja bien claro que la muerte es un hecho ineludible de la vida. �El que cree en mi, aunque est� muerto vivir�.� �Qu� est� diciendo? Que los que creen en �l vivir�n espiritual y eternamente, aunque mueran f�sicamente. La muerte es una cita que todos guardaremos, a menos que seamos privilegiados de estar vivos cuando el Se�or retorne. El autor de Hebreos nos recuerda que �est� establecido para los hombres que mueran una sola vez, y despu�s de esto el juicio� (9:27). Quiz� este sentido que la muerte es nuestro destino, compartido por todas las personas, es la raz�n que tantos se muestran curiosos acerca de ella. La pregunta m�s vieja de la vida. Job, un personaje antiguo en la historia humana, se pregunt�: �Si el hombre muriera, �volver� a vivir?� (Job 14:14). Si bien es una de las preguntas m�s viejas de la historia, sigue siendo una de las m�s frecuentemente preguntadas. Hay un programa de televisi�n titulado Preg�ntele al pastor. Un grupo de pastores invitados responde a las preguntas enviadas en por los espectadores. Algunas de las preguntas se relacionan con eventos actuales--�ltimamente ha habido una serie de preguntas sobre el terrorismo y la historia del conflicto entre los musulmanes y los judeocristianos. Algunas de las preguntas conciernen a descubrimientos recientes --por ejemplo, como los nuevos descubrimientos cient�ficos, hay curiosidad sobre c�mo encajan estos con el punto de vista b�blico de un mundo creado. Pero algunas preguntas se han hecho durante mucho tiempo y frecuentemente. A la cabeza de �stas est�n las preguntas sobre la vida y la muerte. �Puede una persona recibir la salvaci�n cu�ndo �l o ella est�n cerca de la muerte? �Qu� pasa con el alma de un cristiano cuando muere? �C�mo ser� la resurrecci�n final? Si bien no hab�a televisi�n cristiana en los d�as de Job, y las respuestas que �l buscaba fueron entregadas por medio del consejo cuestionable de sus �amigos,� cercanos la pregunta de la vida y la muerte es tan antigua como actual. Los temores m�s fuertes de la vida. �Cu�l es su mayor miedo? Los psic�logos especulan que hay s�lo dos temores con los que nacemos --el miedo de ruidos fuertes y el miedo de caerse. El resto de nuestros miedos los adquirimos cuando experimentamos la vida. Si me detuviera aqu� y le pidiera que nombrara los miedos comunes, podr�amos identificar una lista larga. Un poco de miedos comunes se relacionan a las experiencias--volar, hablar en p�blico, p�rdida financiera, enfermedad, y p�rdida de trabajo, para nombrar unos. Otros miedos se relacionan con ciertas criaturas de Dios--ratones, ara�as, y serpientes. Un pastor decidi� enfrentar su miedo a las serpientes haciendo que trajeran una a la iglesia durante su mensaje. El due�o de la gran serpiente la puso alrededor de los hombros del pastor. �l estaba determinado a no sucumbir al miedo delante de la congregaci�n entera, pero �l confes� que todo en �l quer�a deshacerse de esa serpiente en sus hombros y dirigirse a la puerta lateral. �Varios en la congregaci�n despu�s le informaron que ellos habr�an seguido detr�s de �l! Hay dos temores que m�s influyen en las personas en la manera en que viven. Uno es el miedo de ser rechazado, acompa�o por la soledad y el aislamiento. El mismo Dios determin� que �no era bueno que el hombre estuviera solo.� Este miedo se enfrenta mejor a trav�s del sentido profundo de comunidad proporcionado por la familia de Dios. El otro miedo es la obsolescencia--el miedo que uno ya no har� una contribuci�n a otros o que ya no ser� �til para nadie. Dios bendice nuestras vidas d�ndonos un prop�sito que proporciona importancia en esta vida y en la vida venidera. Hay un temor que no s�lo influye la manera en que vivimos esta vida, pero tambi�n nuestras decisiones relacionadas con la vida venidera. Es el miedo de la muerte. Jes�s destruye el poder de la muerte para �librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre� (Hebreos 2:15). Los mayores temas de la vida. La m�sica toca el alma de muchas maneras. Una de las razones de su impacto profundo es su habilidad de capturar y entonces comunicar los grandes temas de la vida. Por ejemplo, la pregunta de Job, �Si el hombre muriere, �volver� a vivir?� (Job 14:14), �l contest� despu�s: �Yo s� que mi Redentor vive, y al fin se levantar� sobre el polvo. Y despu�s de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios� (Job 19:25�26). Este tema inmortal de un Redentor viviente que ha conquistado la muerte ha sido captado en la gran m�sica cl�sica del Mes�as de Handel. Pero tambi�n se ha expresado en la canci�n contempor�nea Yo s� que mi Redentor vive. El tema de la vida y la muerte es tan absorbente que la m�sica de cada generaci�n busca comunicarlo. Este tema no s�lo es prevaleciente en la m�sica, pero tambi�n en la Escritura. Juan estaba tan cerca de Jes�s que lo identificaron como �el disc�pulo amado.� Su Evangelio, ep�stolas, y el libro de Apocalipsis est�n repletos con referencias a la muerte, la resurrecci�n, y la vida. Realmente, �l termina su primera ep�stola diciendo, �Estas cosas os he escrito a vosotros que cre�is en el nombre del Hijo de Dios, para que sep�is que ten�is vida eterna� (1a Juan 5:13). La gente no s�lo pregunta de la muerte por razones diferentes, pero la enfocan de maneras diferentes. Algunos niegan la muerte. No pueden soportar pensar o hablar de ella. La negaci�n es un mecanismo com�n, popularmente expresado en el sentimiento: �Si no le pone atenci�n, quiz� se vaya.� William Barclay cuenta de un periodista americano que escribi� como primer art�culo en su credo personal: �Nunca permitirme pensar en la muerte.� Pero eso no es tan sencillo. Hacer caso omiso de la muerte no la hace marcharse. Un paciente en su lecho de muerte puede fantasear sobre salir del hospital pronto. Los miembros de la familia pueden filtrar las palabras del m�dico hasta que s�lo las m�s esperanzadas hip�tesis permanezcan en su conciencia. Pero la muerte viene todav�a, y neg�ndolo deja a una persona sin prepararse para ella. Algunos le tienen pavor a la muerte. Si los que niegan la muerte disminuyen su posibilidad, los que le tienen pavor a la muerte se preocupan con su probabilidad. Sus vidas se consumen con los pensamientos de evitar la muerte. Es casi como decir �no piense en un elefante rosado.� Eso se vuelve la �nica cosa en lo que una persona puede pensar. Algunos le tienen pavor a la muerte debido a la incertidumbre acerca de lo que la sigue. Algunos le tienen pavor a la muerte debido al proceso que puede requerir�quiz� una enfermedad prolongada y un dolor insoportable. M�s de uno ha dicho: �Cuando me vaya, quiero irme r�pidamente.� Est�n pensando en el dolor que evitar�an y no en las oportunidades de decir adi�s que perder�n. El problema con nuestra cita con la muerte es que no sabemos d�nde ni cu�ndo ser�. Desde que podemos decir con verdad: �Hoy podr�a ser el d�a,� quiz� terminemos temiendo todos los d�as. Algunos desean la muerte. La vida puede verse tan dif�cil que se desarrolla una atracci�n a la muerte. La muerte se ve como la ruta de escape de una vida que es traum�tica o cansada. Desear la muerte indica que algo en la vida se ha puesto indeseable para esa persona. Algunos van un paso m�s all� que desear la muerte simplemente. Toman el asunto de la vida y la muerte en sus propias manos cometiendo el suicidio. La mayor�a de los suicidios tiene muchos factores contribuyentes, y es casi imposible discernir qu� claramente est� pensando una persona y cu�n responsables son sus acciones. Eso no cambia el hecho que el suicidio es una contradicci�n al valor que Dios da a la vida, incluso cuando es dif�cil. No estando dispuestos a confiar en la voluntad de Dios para su cita con la muerte, los que cometen suicidio �juegan de Dios� en asuntos de vida y muerte. Resurrecci�n de la muerte a la vida La �ltima parte de la declaraci�n de Jes�s a Marta declara que �todo aquel que vive y cree en m� no morir� eternamente.� Jes�s est� diciendo que todo el que vive f�sicamente y cree en �l nunca morir� espiritual y eternamente. El �nfasis se pone claramente en la naturaleza eterna de la vida que �l da. Las personas son creadas para la eternidad, de manera que la muerte no es el destino final sino una transici�n. Para los cristianos, la Biblia compara la muerte con irse a dormir y despertarse a una vida m�s all� de la imaginaci�n. Esta transici�n de la existencia cotidiana de este mundo a la existencia eterna del otro es hecha posible por Cristo. Nuestro destino en la vida. Dios nos cre� para vivir para siempre. Cuando el pecado entr� en el mundo, el sufrimiento y la muerte la acompa�aron. Cuando nuestro Salvador entr� en el mundo, la resurrecci�n y la vida lo acompa�aron. �l revel� su persona y su misi�n con las palabras �yo soy la resurrecci�n y la vida.� La vida eterna es una promesa. Tito 1:2 dice a los creyentes que ellos pueden descansar "en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometi� desde antes del principio de los siglos.� Nuestro Dios que guarda sus promesas tiene un plan para cada creyente--y ese plan no s�lo involucra una cita con la muerte sino tambi�n la convicci�n de una resurrecci�n y vida eterna. Durante muchos a�os la organizaci�n Cumplidores de Promesas ha animado a los hombres para cumplir sus promesas. Hay mucha estabilidad y bendici�n de vida basadas en guardar las promesas. Esto incluye las promesas que hacemos a nuestros c�nyuges en la boda, las promesas que hacemos como padres al dedicar a nuestros hijos, las promesas que hacemos en el trabajo, en la casa, y en la iglesia. La Biblia nos dice que la resurrecci�n y la vida por venir tambi�n est�n envueltas en una promesa. Esta promesa es iniciada por Dios que es incapaz del incumplimiento completo de sus promesas. Algunas promesas en la Biblia son incondicionales--nuestra respuesta humana no es pertinente. Otras promesas requieren nuestra respuesta, como la promesa de la vida eterna. Mientras Dios la inicia, es activada en nuestra vida personal a trav�s de nuestra fe, hecha posible por la gracia de Dios. Debemos recibir su promesa de vida eterna personalmente a trav�s de la confesi�n de nuestros pecados y poniendo nuestra fe plena en Jesucristo que provea nuestra salvaci�n. Una vez que hemos recibido esta promesa de vida eterna, debemos permanecer en �l a trav�s de la fe continua en Cristo como nuestro Salvador y Se�or. 1a Juan 2:24�25 lo dice de esta manera: �Lo que hab�is o�do desde el principio, permanece, tambi�n vosotros permanecer�is en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que �l nos hizo, la vida eterna.� Dios nos da la promesa de vida eterna. Nosotros la recibimos y permanecemos en ella. Esto nos da la convicci�n continua que su promesa se cumplir� a trav�s de nuestra resurrecci�n personal. La vida eterna es un regalo. Para algunas personas les es dif�cil dar. Pero un problema m�s com�n, por lo menos entre los cristianos, es la dificultad de recibir de otros. Muchas personas que son dadoras sensibles son receptores resistentes. �Qu� de usted? �Le es m�s dif�cil recibir que dar? Hay algo humillante en recibir un regalo amable, sobre todo si es extravagante. A menudo, intentamos convencer al dador para que no d� el regalo. Decimos que �realmente no es necesario.� A muchas personas se les hace dif�cil recibir el regalo amable, extravagante de la vida eterna. "Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida est� en su Hijo� (1a Juan 5:11). Casi es como si respondieran a este regalo de la vida eterna con la actitud que �realmente no es necesario.� Pero Dios sabe cu�n necesario es--que ninguna otra manera funciona, y que el �nico camino a la vida eterna es por medio de Jesucristo, el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Este regalo no puede ganarse pero puede recibirse. Romanos 6:23 dice que lo que se gana con el pecado es una eternidad de separaci�n de Dios: �La paga del pecado es muerte.� Sin embargo, la vida eterna se da gratuitamente: �Mas la d�diva de Dios es vida eterna en Cristo Jes�s Se�or nuestro.� Jam�s podemos hacer bastante, dar bastante, o decir bastante para ganar la vida eterna. S�lo podemos humillarnos, reconociendo que Dios hizo para nosotros lo que nosotros no podemos hacer. �l nos dio un regalo que es para siempre valioso. Es una calidad de vida. Cuando la mayor�a de las personas piensan en la vida eterna, probablemente piensan en una vida que dura un tiempo largo. El �nfasis est� en la cantidad de tiempo--dura para siempre. Pero la Biblia dice que la vida eterna tambi�n es una calidad de vida. La vida eterna no es s�lo una referencia a la longitud de la vida, pero a la profundidad de la vida. Satisface nuestras necesidades m�s profundas. Un d�a Jes�s entr� en conversaci�n con una mujer junto a un pozo. Inici� la conversaci�n con esta mujer de Samaria pidi�ndole de beber. Esto la intrig�, porque la mayor�a de los hombres jud�os no se molestar�an en reconocer la presencia de una mujer samaritana, mucho menos pedirle un favor. Pero ella descubri� r�pidamente que Jes�s no estaba interesado s�lo en recibir agua del pozo, pero tambi�n estaba ofreciendo agua del pozo m�s profundo de todos--�Mas el que bebiere del agua que yo le dar�, no tendr� sed jam�s; sino que el agua que yo le dar� ser� en �l una fuente de agua que salte para vida eterna� (Juan 4:14). Jes�s movi� h�bilmente la conversaci�n de lo superficial a lo eterno. Eso es lo que la vida eterna hace para nosotros. En lugar de vivir en la persecuci�n de la satisfacci�n temporal de las necesidades superficiales, saciamos nuestra sed m�s profunda. Pasamos de agua para beber agua viva. Agrega calidad a nuestras vidas. La vida eterna nos da un prop�sito duradero d�ndonos un prop�sito duradero. Jes�s recalc� este punto a sus disc�pulos diciendo: �Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dar� (Juan 6:27). �Aclaro que Jes�s no dijo que dej�ramos de trabajar! La Biblia ense�a que no s�lo debemos orar por nuestro pan diario, sino tambi�n trabajar para ganarlo. Tambi�n est� claro en las Escrituras que una persona que puede trabajar pero que no trabaja no debe permit�rsele comer. As� que Jes�s no est� promoviendo el desempleo sino un redistribuci�n de nuestra atenci�n y energ�a de maneras que sean eternamente significantes. �l contin�a diciendo que el trabajo que Dios requiere primero y sobre todo es que creamos en �l. Jes�s apunt� la diferencia entre el trabajo que hace poca diferencia y el trabajo que hace una diferencia duradera. Otra manera que �l describi� esto a sus disc�pulos fue hablando acerca de dos tesoros (Mateo 6:19�21). Hay tesoros en la tierra--debemos ser buenos mayordomos de estos tesoros, pero no para dedicar nuestro tiempo y energ�a en almacenarlos. No durar�n y se pueden perder f�cilmente. Entonces hay tesoros en los cielos-- los disfrutar� por toda la eternidad. �l quer�a que sus seguidores supieran que donde estaba su tesoro, all� estar�a tambi�n su coraz�n. �l los desafiaba, como nos desaf�a hoy, para vivir para lo que dura. As� que la vida eterna es una calidad de vida. Jes�s vino a darnos una vida plena (Juan 10:10). Es una vida de calidad que no empieza en el punto de la muerte, sino en el punto del nuevo nacimiento. Muchas personas piensan en la vida eterna como algo que experimentar�n alg�n d�a en el futuro--pero la vida eterna no es s�lo tiempo futuro; es tiempo presente. �Los cristianos creemos en la vida eterna porque la estamos experimentando ahora mismo! Aqu�llos que s�lo viven para el futuro pierden la alegr�a de hoy. Jason Lehman de catorce a�os de edad lo puso de esta manera: Era primavera, pero era verano lo que yo quer�a, Los d�as c�lidos, y el gran campo abierto. Era verano, pero era oto�o lo que yo quer�a, Las hojas de colores, y el aire fresco y seco. Era oto�o, pero era invierno lo que yo quer�a, La hermosa nieve, y la alegr�a de la estaci�n de fiesta. Era invierno, pero era primavera lo que yo quer�a, El calor moderado, y el florecimiento de la naturaleza. Era un ni�o, pero era madurez lo que yo quer�a, La libertad, y el respeto. Ten�a veinte a�os, pero era treinta lo que yo quer�a, Para ser maduro, y sofisticado. Estaba en la edad mediana, pero era veinte lo que yo quer�a, La juventud, y el esp�ritu libre. Estaba jubilado, pero era la edad mediana lo que yo quer�a, La presencia de �nimo, sin las limitaciones. Mi vida hab�a terminado. Pero nunca obtuve lo que quer�a. La vida eterna no es s�lo la promesa del cielo alg�n d�a, pero un pedacito de cielo en la tierra hoy. El peligro de s�lo enfocar el futuro es perder la alegr�a de la salvaci�n hoy. Es una cantidad de vida. As� que la Biblia deja bien claro que la vida eterna es una calidad de vida. Pero tambi�n es una cantidad de vida. Usted probablemente ha o�do la pregunta familiar acerca del cuidado paternal, �Es la calidad de tiempo lo que importa� La respuesta mejor es: �Es una gran cantidad de tiempo de calidad lo que hace la diferencia.� Piense por un momento en una experiencia que usted desear�a que pudiera durar para siempre. Quiz� era una vacaci�n llenada de tiempos buenos. Quiz� era una profunda conversaci�n con un amigo. Quiz� era un tiempo de adoraci�n. Usted se oy� diciendo: �Desear�a que este momento pudiera durar para siempre.� Eso es lo grande de la vida eterna--�es eterna! �Dura para siempre! Regresemos a nuestro texto. Despu�s de que Jes�s se identific� como �la resurrecci�n y la vida� y habl� de su muerte, resurrecci�n, y de la vida eterna, �l le hizo la pregunta a Marta que todos nosotros debemos responder--��Crees esto?� La esperanza que confesamos en el Credo de los Ap�stoles, �La resurrecci�n del cuerpo; y la vida eterna,� es activada por la creencia personal. �sta no es una creencia casual, pero una en la que nosotros arriesgamos nuestra vida en este mundo y en el mundo por venir. Quiz� el vers�culo m�s conocido de la Biblia lo dice mejor: �Porque de tal manera am� Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unig�nito, para que todo aquel que en �l cree, no se pierda, mas tenga vida eterna� (Juan 3:16). �Cree usted esto? El Dr. Wayne Schmidt ha servido como pastor de la Iglesia Wesleyana de la Comunidad de Kentwood desde su inicio en 1979. �l ha sido bendecido en su matrimonio con Jan con sus tres hijos--Chris, Jordan y Elise. Su pasi�n por extender la mano a las personas perdidas y levantar a los creyentes se profundiza con el paso de los a�os. Firmes en la fe �� Recursos de sermones  PAGE 39 El Dr. Joseph R. Dongell es un ministro ordenado de la Iglesia Wesleyana y ha estado empleado en el Seminario Teol�gico de Asbury durante los �ltimos doce a�os como Profesor de Estudios B�blicos. El Dr. Dongell ha estado casado con Regina durante veinti�n a�os y tienen hijos gemelos de 16 a�os, Jordan y Janna. Los Dongell viven en Wilmore, Kentucky, EUA. 45`� � � � ������!4x�6<*/GISU���Ǹ�������r�r�d�d��������������Zh�PLCJmH sH h�N+CJOJQJmH sH #h�PLB*CJOJQJmH phsH h�PLmH sH h�PLCJH*OJQJmH sH h�PL6�CJOJQJmH sH h�PLCJOJQJmH sH h�PL5�CJOJQJmH sH h�N+5�CJOJQJmH sH #h�PL5�6�9�CJFOJQJmH sH h�PLCJOJQJmH sH h�PLCJOJQJ"4CDE^_`� � � ����E����������������������`��7$8$H$^�``��$a$$a$��`��$a$$$d &d N�� P�� a$$d�$d &d N�� P�� a$�132�3������'7]�����Z�UV}~�ya �"�"�"�"�������������������������� $7$8$H$a$��`���`��7$8$H$^�``��U}~��OP���!�!M"R"�"�"�"�"�"�#�#<%E%�%�%((2(3(4(�)�)�6�6�6�6�9�9�9�9�9BBtEuE�H�H�H�H\L�N�N�O����������������������������������┸�h�PLCJOJQJhmH sH h�PLhg�CJOJQJmH sH h�PLmH sH h�PLCJmH sH h�PL6�CJOJQJmH sH h�PLCJH*OJQJmH sH h�PLOJQJmH sH h�PLCJOJQJmH sH h�PL5�CJOJQJmH sH 4�"H%((2(3(4*�*�+$/1�1�2W4�49�9�9�9�9<�>B�E�H�I\L�������������������������� �@��]�@^����`�� $7$8$H$a$\L�N�N�N�N�O�O�O�O�O�O�O�O�O�OPP2P�����������������$$d &d N�� P�� a$gd�S�$$d &d N�� P�� a$gd�S�#$d %d &d 'd N�� O�� P�� Q�� 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